En los medios informativos,
sobre todo en los económicos, suelen aparecer noticias del tipo “los directivos
del banco X han cobrado 3 millones de euros en bonus” o “los miembros del
consejo de la eléctrica Z se repartirán 5 millones en bonus este año”, noticias
que, habitualmente, provocan la indignación en la ciudadanía, más aun en épocas
de crisis. ¿Qué narices son esos bonus y cómo pueden ser tan elevados?, se
pregunta más de uno.
Los bonus son, básicamente,
un premio que cobran algunos trabajadores (principalmente los directivos de
grandes empresas) cuando cumplen unos objetivos de beneficios previamente
estipulados. Si, por ejemplo, el objetivo de una empresa es que su beneficio (o
su facturación en algunos casos) aumente más de un 10% con respecto al año
anterior, en caso de conseguir este aumento, los directivos obtendrán un pago
en metálico o en acciones de la compañía cuando rindan las cuentas anuales.
Éste premio complementa los sueldos, ya de por si elevados de estos profesionales.
Estas remuneraciones millonarias provocan estupor e indignación en la población
y muchos achacan a estos pagos la crisis que vive nuestra economía.
Ni que decir tiene que
nuestras penurias económicas no provienen de estas remuneraciones; un desembolso
que en muchas ocasiones no llega ni a un 1% de sus beneficios, no provoca
ningún problema en estas compañías ni, por su puesto, causan los ERE que
algunas de ellas aplican a pesar de tener beneficios y que algunos relacionan
con estos bonus. Además, el principio en que se basan es acertado: premiar el
trabajo bien hecho nunca puede ser perjudicial y sería muy peligroso que los
dirigentes se acomodasen con unos sueldos fijos que no diferenciasen el éxito
de la mediocridad en su gestión.
Sin embargo, empiezan a
surgir algunas voces autorizadas que discrepan de las bondades que esta
práctica tiene sobre la salud financiera de las empresas que la practican y
sobre la economía en general.
Es la opinión que Andrew
Smithers, un ejecutivo de la City
londinense que fundó su propio bróker en 1989 tras dejar el banco de inversión
SG Warburg, refleja en su último libro, titulado The Road to Recovery (El
camino de la recuperación). Según este economista, el motivo principal de la
tortuosa salida de la crisis en Estados Unidos y Reino Unido hay que buscarlo
en la política salarial de los altos ejecutivos de las empresas.
"El problema estructural
clave que está impidiendo que la capacidad productiva de las economías sea
totalmente utilizada es el cambio en la forma en que los directivos de las
empresas se comportan. Y este cambio es una consecuencia del sistema de
remuneración a esos ejecutivos", afirma el autor. Para justificar este
planteamiento, Smithers afirma que “en los últimos 20 años, los salarios
básicos han subido, pero los bonus han aumentado incluso más rápido, hasta el
punto de que dominan los ingresos de las personas que gestionan las
firmas". Por ello, “los directivos no tienen incentivos para realizar
inversiones a largo plazo, ya que cobran más si los beneficios suben a corto
plazo, al depender los bonus de cambios en los resultados por acción, en la
rentabilidad sobre el capital o en los precios de la acción".
En resumen: los directivos
prefieren no invertir en equipamiento y crecimiento orgánico y dedicar el
dinero a recomprar acciones en bolsa, subir los precios de sus productos en el
mercado (ampliando márgenes de beneficio) o realizar adquisiciones de otras
compañías. Con ello, animan las cotizaciones y beneficios a corto plazo e impulsan
la remuneración variable que tan bien les viene a ellos.
¿Soluciones? El señor
Smithers no tiene la varita mágica, pero propone que los bonus deberían
depender más del crecimiento en las inversiones o en el nivel de producción y
menos en los resultados trimestrales de las compañías.
Interesante planteamiento
sobre la situación actual de la economía global. Y, posiblemente, cierto. Si no,
no se explica la débil recuperación actual de la economía mundial a pesar de
los agresivos intentos realizados en política fiscal y monetaria por los
gobiernos de medio mundo. Según dicen, los mayores desde la Segunda Guerra
Mundial.
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