Les invito a leer estas frases pronunciadas por reputados militantes
ecologistas:
- "La extinción de la especie humana no sólo es
inevitable, es una buena cosa", Christopher Manes, Earth First! (movimiento
ecologista estadounidense)
- “Debemos limitar el índice de nacimientos a niveles
inferiores al índice de mortandad. De este modo, con el tiempo, al existir un mayor número de
fallecidos que de nuevos nacidos, el conjunto de la población humana se
iría reduciendo poco a poco”, Murtaugh y Shlax, ecologistas e investigadores
de la Universidad Estatal de Oregón (EEUU).
- “Reino Unido debería reducir drásticamente su población
hasta un máximo de 30 millones de personas frente a los más de 60 actuales para
lograr una economía y una sociedad sostenibles. El crecimiento de la población
y el crecimiento económico coloca al planeta bajo una presión terrible”,
Jonathan Porritt, asesor de medio ambiente del ex primer ministro británico Gordon
Brown.
- “Mis
tres metas fundamentales serían reducir la población mundial a unos 100
millones de habitantes, destruir el tejido industrial y procurar que la vida
salvaje, con todas sus especies, se recobre en todo el mundo". Dave
Foreman, cofundador de Earth First!
Asusta que alguien pueda pensar así, ¿verdad? Pues asústense de verdad porque parece que de las palabras están pasando a los hechos. Se lo cuento.
A finales de los años 90, dos científicos europeos, Ingo
Potrykus y Peter Beyer, desarrollaron una variedad de arroz que incluía entre
sus nutrientes la provitamina A o betacaroteno, un compuesto químico que
nuestro cuerpo transforma en vitamina A. Atendiendo a su color lo llamaron arroz dorado.
Aunque originalmente contenía un porcentaje muy pequeño de provitamina, con el
paso de los años se ha mejorado hasta conseguir que 144 gramos de este arroz
basten para ingerir la dosis diaria necesaria en una dieta sana. Si tenemos en
cuenta que anualmente mueren más de dos millones de niños en los países pobres
por falta de vitamina A (aparte de los millones que quedan ciegos), el
descubrimiento de estos científicos debería ser una gran noticia para toda la
humanidad.
Pues no. No ha sido así. Desde un primer momento, los grupos
ecologistas se han opuesto a él. Primero con artículos en la prensa afín para
pasar posteriormente a la acción. ¿Cómo? Pues con un método que, cuando se
emplea en su contra, detestan: la violencia. El 8 de agosto de este año, un
grupo de unos 50 activistas asaltaron una plantación experimental de arroz dorado en Filipinas y destruyeron los
cultivos.
No es la primera vez que ocurre. En su particular cruzada
contra los alimentos transgénicos, también han destruido cultivos de uvas
resistentes a virus que arrasan los viñedos o trigo con menor índice glucémico
y más fibra que ayuda a mejorar la salud de los consumidores de pan. Nos están “salvando”
a marchas forzadas.
Su argumentación para realizar estas barbaridades se basa (aparte
de un hipotético y nunca probado perjuicio a la salud humana) en que la comercialización
de estos productos dejaría a la agricultura del mundo entero en manos de
multinacionales (como la denostada Monsanto) y que, posteriormente, los arruinaría
obligándoles a comprar sus productos. En este caso, ni siquiera eso es real ya
que el arroz dorado no pertenece a ninguna empresa sino al Instituto
Internacional de Investigación del Arroz, una organización sin ánimo de lucro.
¿Por qué ese empeño en acabar con este alimento que podría
cambiar las vidas de millones de personas? Lo explica perfectamente Vandana
Shiva, ecologista india receptora de numerosos premios por todo el mundo, “el
arroz dorado es un caballo de Troya diseñado para
mejorar la imagen de los cultivos transgénicos”.
El problema de los ecologistas con este alimento es más bien
propagandístico: ¿Cómo lograrían convencer a la humanidad de que los
transgénicos son malos si existiese el consenso generalizado de que uno de
ellos es bueno y salva vidas? Tienen miedo a perder un debate en el que se sopesen las bondades o los inconvenientes de cada
transgénico en particular, sin generalizar. Y mientras tanto, poco les importan
las muertes que se podrían evitar.
Afortunadamente, parece que en esta ocasión a los
ecologistas les puede salir el tiro por la culata ya que son muchas las
personalidades que no están dispuestas a dejar pasar esta oportunidad de salvar
millones de vidas. El secretario de Estado de Agricultura y Medio Ambiente del
Reino Unido, Owen Paterson, ha
calificado de cruel la oposición al arroz dorado y ha criticado que "se
permita niños pequeños se vuelvan ciegos o mueran por los problemas que un pequeño
grupo de gente pueda tener con esta tecnología". Por su parte, Patrick
Moore, cofundador de Greenpeace y en la actualidad uno de sus
críticos más feroces, ha denunciado que la resistencia al arroz dorado ha
podido causar unos 8 millones de muertes desde que apareció esta solución.
Muertes evitables. También se ha habilitado una web en la que se puede firmar
un manifiesto de condena
a la destrucción de los cultivos experimentales. "Es hora de que los
científicos nos levantemos y gritemos: 'No más mentiras. No más propaganda del
miedo". Estamos hablando de salvar millones de vidas", se puede leer en la
misma.
Es la forma de pensar de ciertos ecologistas: o estás con ellos o eres
un enemigo del planeta. No hay término medio. La libertad de opinión no existe:
ellos son los únicos poseedores de la verdad.
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