Corría
el mes de abril del año 1963 (¡55 años!) cuando apareció en el mercado un
producto novedoso que prometía, con el lema “a beautiful drink for beautiful
people” (una hermosa bebida para gente hermosa), ayudar a las personas a
mantenerse en buena forma física, perdiendo esos kilos de más que a todos nos
sobran.
Con
el nombre de Tab, también escrito TaB (¿recuerdan?), la compañía Coca-Cola sacó
a la venta una bebida baja en calorías, que sustituía el tradicional azúcar de
la bebida más famosa del mundo por ciclamato como edulcorante. Posteriormente,
en 1969 tras la prohibición de dicha sustancia, se sustituyó por sacarina.
Mucho
ha llovido desde entonces y miles, por no decir millones, han sido los
productos que han aparecido en los estantes de los supermercados con el
apellido “light” o bajo en calorías, prometiendo lo mismo que el primer Tab:
ayudarnos a perder peso para conseguir una figura más esbelta. ¿Lo han
conseguido? Evidentemente, no.
Muchos
expertos en nutrición, obesidad y endocrinología no dudan en desmontar el mito
de que lo light es más sano y ayuda a mantener la grasa a raya. Así lo asegura
Francisco Botella, médico jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición quien
afirma que “los alimentos light han aumentado el número de obesos en España. El
simple hecho de que se piense que no engorda el comer un donut light hace que
el consumidor en lugar de comerse uno, se coma tres. Creemos que podemos comer
helados o dulces sin subir de peso porque la etiqueta pone que es un alimento
ligero bajo en grasas. Antes sabíamos que las patatas fritas industriales no eran
muy saludables, con lo que evitábamos su consumo excesivo. Ahora, al aparecer
su derivado light, el consumidor ya no se priva. La alimentación “ligera” lleva
las mismas grasas saturadas que su producto hermano.”
En
términos similares se expresan desde el IO, Instituto de la obesidad en España.
Legalmente, un alimento light debe aportar, como poco, un 30% de calorías menos
que el producto de referencia. EL IO afirma que “muchos consumidores caen en la
tentación de ingerir estos alimentos pensando que no engordarán, pero estos
productos son muy calóricos. Una bolsa de patatas fritas contiene, normalmente,
160 calorías. Su homólogo ligero, unas 130. Esto no nos ayuda precisamente a
adelgazar.” Los investigadores señalan también que existen numerosos casos en los
que “si se reducen las grasas, los fabricantes aumentan los azúcares o
viceversa para garantizar el sabor del producto. Es peor el remedio que la
enfermedad”.
También
fuera de España son de la misma opinión. Por ponerles un ejemplo, el NOF
(National Obesity Forum) inglés asevera que los productos bajos en calorías son
“el mayor error de la historia moderna”, advirtiendo que se supriman de
inmediato los alimentos bajos en colesterol, crucificando todo lo que sea
etiquetado como light.
¿Tienen
razón estos expertos? Las estadísticas se la dan: cada vez hay más población
obesa, con especial incidencia entre los más jóvenes. El futuro pinta mal.
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