La
previsión era transferir 1.050 hectómetros cúbicos al año a estas cuencas, a
razón de 190 a la catalana, 315 a la del Júcar, 450 a la del Segura y 95 a la
andaluza, siempre respetando que el caudal ecológico del río Ebro (cantidad
mínima de agua que debe llevar para que no haya problemas para el entorno
natural) fuese de 3.009 hm3 al año a su paso por Tortosa. En caso contrario, no
habría trasvase ese año.
España,
año 2004. Pierde en “extrañas” circunstancias el PP las elecciones y entra en
el gobierno de la nación el PSOE. Una de las primeras medidas de Zapatero es
derogar el Plan Hidrológico Nacional, un plan del que apenas habían empezado a
hacer obras. ¿Por qué se deroga? Por dos motivos especialmente: por el rechazo
ecologista a cualquier proyecto que presentase la derecha, tuviese o no razón
de ser y por el rechazo nacionalista catalán, reacios siempre a que otras
regiones al sur de su demarcación, puedan prosperar y amenacen su liderazgo. Ambos
se basaban en que realizar el trasvase, casi en la desembocadura del Ebro,
supondría un desastre ambiental para toda la cuenca y dejaría sin agua el Delta.
Hagamos
un ejercicio de ciencia ficción. ¿Qué hubiese ocurrido si el trasvase estuviera
construido y en marcha? Supongamos que hubiese empezado a funcionar, tras cinco
años de obras, en el 2009. Cogiendo los datos oficiales hasta 2019 (últimos
disponibles), la media del caudal a su paso por Tortosa es de 8.944 hm3, casi
6.000 hm3 de agua superior al caudal ecológico (recordemos de 3.009 hm3) que,
por supuesto, han ido a parar al mar por no poderlos almacenar. Incluso en el
año más seco, 2011, por la estación de Tortosa pasaron 3.904 hectómetros,
bastante más que el caudal ecológico. Si tenemos en cuenta que el trasvase
previsto era de 1.050 hm3, excepto el año 2011, se hubiese podido enviar toda
el agua prevista a las cuatro cuencas mediterráneas.
¿Qué
se hubiese conseguido? Por una parte, acabar con las penurias hídricas que se
reproducen, año tras año, en las cuatro cuencas. Es más, se hubiesen podido
llenar los embalses de estos ríos (actualmente a unos 2.000 hm3 de su máxima
capacidad). Y para rematar la faena, se podría prescindir del polémico trasvase
Tajo-Segura, que en los últimos diez años ha aportado 305 hm3 de media al seco
Segura.
¿Perjudicados
por esta negativa demagógica al trasvase?
Empecemos
por Aragón. El Plan Hidrológico tenía previsto la creación de miles de
hectáreas de regadío en esta región. Además, se hubieran construido unos 30
embalses, muchos de ellos en Aragón, para retener las aguas del Ebro a la par
que suministrar agua a estas nuevas tierras. El seguidismo de su gobierno autonómico
a los dictados catalanes echó por tierra todas estas inversiones.
Interior
de Cataluña. A pesar de que han intentado paliar la falta de agua con otros mini
trasvases internos, no han tenido la cantidad que sí les hubiera proporcionado
el Plan Hidrológico. Sus mandatarios provocaron que esa agua no les llegase. Se
lo pueden agradecer.
Cuencas
del Júcar, Segura y Almería. Han logrado el objetivo de que estas pujantes
regiones no se desarrollen al máximo de sus posibilidades. Ni la agricultura,
ni el turismo ni la industria han tenido suficiente agua para crecer y la “alternativa”
de las decenas de plantas desaladoras construidas, tan sólo han contribuido a
elevar el gasto de los agricultores y el consumo eléctrico del país.
Un
mal negocio, se mire por donde se mire. Pero nadie les pedirá cuentas. Como
siempre.
1 comentario:
Completamente de acuerdo. La tradición egoista y fuera de toda lógica que supone dejar que tal volumen acuoso se pierda en el mar es en sí mismo un pésimo recordatorio permanente que debería servir para avergonzar y hacer rectificar de postura a esos absolutistas de la política en general e insolidarios autonómicos en particular.
Una infamia que me pregunto durante cuánto tiempo seguiremos pagando tan caro.
Saludos cordiales.
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