Si algo bueno ha conseguido la actual crisis económica ha
sido agudizar el ingenio de los ciudadanos de medio mundo y, entre ellos, los
españoles. Cada vez se ingresa menos y hay que ahorrar más para poder
subsistir. ¿De dónde? De cualquier sitio pero, sobre todo, de los gastos que se
llevan la parte del león del presupuesto familiar. Y entre estos gastos está,
por supuesto, el coche.
Ya hace varios años que los españoles importamos una sana
costumbre de los países civilizados: el compartir vehículo para realizar
desplazamientos habituales, sobre todo para ir a trabajar o para llevar los
niños al colegio. Y para facilitar que todas estas personas que quisieran
compartir coche se pusiesen en contacto surgieron varias empresas que
realizaban esta labor. A través de Internet podemos encontrar muchas: BlaBlaCar,
Amovens, Carpooling, Viajamosjuntos, Compartocoche y otras.
Sin embargo, no todos están de acuerdo en que esta costumbre
arraigue en la sociedad española. La patronal del transporte en autobús, Fenebús,
acaba de denunciar a la plataforma
colaborativa BlaBlaCar por incumplir la ley de ordenación de los transportes
terrestres e incurrir en actos de competencia desleal.
Según José Luis Pertierra, director de Fenebús, "BlaBlaCar
es un servicio ilegal. Ha creado una red de transporte público en coches
particulares por el que cobran una cantidad de dinero bajo pretexto de asumir
el coste de la gasolina. Pero no cuentan con ningún tipo de autorización
administrativa, aunque estén actuando como una empresa de transporte público. Les
hemos denunciado ante la subdirección general de inspección del Ministerio de
Fomento por ser un servicio irregular. También nos hemos dirigido a la Defensora del Pueblo,
frente a la inseguridad jurídica que existe frente a posibles accidentes".
Por su parte, BlaBlaCar, que asegura que desde que se creó
hace cinco años ha facilitado el transporte de 700.000 pasajeros al mes en los
diez países que opera, especifica que su
plataforma cumple escrupulosamente con lo especificado en el artículo 101 de la
ley de ordenación de los transportes terrestres, que define que "en ningún
caso, el transporte particular puede dar lugar a remuneraciones dinerarias
directas o indirectas", y aseguran que son una página diseñada para que
los conductores cubran sólo los gastos del viaje y que nunca reciban un
beneficio extra. Por lo tanto, al no haber ganancia económica, sólo se les debe
aplicar el régimen de transporte privado.
Desconocemos si la denuncia seguirá su curso y quién se
llevará el gato al agua al final del proceso, pero resulta paradójico que un
sistema creado para ahorrar desplazamientos en vehículo privado por nuestras
congestionadas ciudades (menos coches, menos gasolina, menos contaminación,
menos accidentes…) sea cuestionado en nuestro país. Empresas que en muchas
ocasiones obligan a sus conductores a pasarse de horas en el tacógrafo, a
cambiar de autobús para intentar engañar a los agentes de la Guardia Civil, a
usar tacógrafos trucados y a comprar discos fraudulentos en el mercado negro, ¿se
preocupan ahora por la seguridad de los vehículos compartidos?
Por supuesto que se les tiene que exigir que el vehículo
esté en condiciones, que posean un seguro que cubra a los pasajeros y que el
conductor sepa lo que se lleva entre manos. O sea, se les tiene que exigir lo
mismo que a un padre que coge su monovolumen para llevar a su familia a pasar
unos días a la playa. Ni más ni menos. Y si los agentes encargados de la
seguridad vial encuentran algún vehículo que no cumpla las normas, que le
apliquen la ley vigente. Que para eso está.
El resto son invenciones y triquiñuelas de un grupo de
empresarios que temen perder los privilegios otorgados a sus compañías. Y los
ciudadanos ya estamos hartos de los monopolios encubiertos.
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