Habitualmente, en el mundo de las finanzas el inversor suele ganar más dinero cuando las cosas le van mal a alguien. Una empresa gana más dinero si sus adversarios en el mismo sector quiebran; las acciones de una compañía suben si ésta decide despedir a parte de su plantilla y aumenta con ello sus beneficios anuales; los intereses de los bonos y las letras del tesoro aumentan si se sospecha que un país tiene riesgo de entrar en quiebra; los tipos de interés de los préstamos bajan si la economía entra en recesión… en resumen, las desgracias provocan beneficios. Pero esto no siempre es así: hemos encontrado una inversión en la que, si todo va bien, se puede ganar dinero. Mucho dinero. Son los llamados “bonos catástrofe”.
¿En qué
consisten estos bonos? Los países desarrollados suelen asegurarlo prácticamente
todo, ya sean viviendas, automóviles, cosechas, transacciones financieras, ventas, transportes, etc. Y dentro de todos estos seguros, quizá los más
voluminosos y caros sean los que previenen a estados, empresas y particulares de
los desastres naturales: inundaciones, fuegos, fuertes vientos, etc. Para
cubrir los elevados desembolsos que provoca un desastre de este tipo para una
compañía de seguros, éstas emiten un tipo de bonos denominado “cat-bonds” para
trasladar parte de ese posible desembolso a los inversionistas que los
adquieren asumiendo éstos el riesgo asegurador subyacente. Por lo tanto, si no
se produce la catástrofe prevista, recupera su principal más los intereses
apalabrados. En caso de que ocurra el desastre acordado, el grado de sus
pérdidas depende de los términos establecidos en el contrato y la magnitud del
evento.
Las primeras
operaciones realizadas con estos “bonos catástrofe” se remontan al año 1994,
aunque empezaron a ganar presencia a mediados de la pasada década. Se estima
que en 2013, aseguradoras y reaseguradoras distribuyeron cat-bonds por 7.642
millones de dólares; una cantidad todavía pequeña si la comparamos con otro
tipo de emisiones pero que año tras año
va en aumento. Los principales
inversores suelen ser fondos de pensiones con vocación de inversión de largo
plazo.
¿Qué
rentabilidad se puede obtener? Por supuesto, siempre dependerá de que ocurra o
no una catástrofe natural concreta, pero los rendimientos obtenidos en la
última década son como para quitarse el sombrero: la rentabilidad media en la
década comprendida entre 2002 y 2011 fue del 8,4%. Y va a mejor ya que en 2012
se llegó al 10,3% y en 2013 se alcanzó la friolera del 10,9%.
¿Por qué estas
rentabilidades tan altas? Fundamentalmente por dos motivos: el primero es porque
con la sensibilización lograda con las previsiones apocalípticas sobre el
cambio climático, se ha conseguido que cada vez sean más los habitantes del
planeta que aseguran sus bienes. El segundo… pues que esas previsiones no se
están cumpliendo y no han aumentado (más bien han disminuido) los desastres
naturales. Al menos en las zonas donde las compañías han asegurado a sus
clientes.
No hay duda de
que la popularidad alcanzada en los últimos años por el calentamiento global y
el cambio climático le ha venido muy bien a las compañías de seguros y a los
inversores en general, ¿verdad?
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