El Mundial de fútbol de Qatar
que se celebrará en el año 2022 fue, es y será un escándalo sin precedentes.
Lo fue porque no cabe en cabeza
humana que se designe un país que en los meses en que tradicionalmente se
celebra este magno evento “goza” de una temperatura media de más de 40 grados.
¿Cómo narices creen que con esas temperaturas se pueda hacer algo que no sea
estar tumbado al lado de un buen aparato de aire acondicionado? Si salir a la
calle ya es todo un reto, imaginen correr detrás de una pelotita: el
espectáculo deportivo, sin ninguna duda, brillará por su ausencia.
La FIFA (algún día hablaremos de
las fechorías de este grupo de vividores) alegó que la práctica del fútbol estaba creciendo exponencialmente en
los países árabes y que era de justicia permitirles que organizaran un Mundial.
Supongo que no habrá nadie que no crea que en esta designación fue fundamental
la fuerza de los llamados “petrodólares”. Ahora, cuatro años después de ser
nombrado país organizador, dan la razón a los que pensábamos que era una locura
y empiezan a sopesar la posibilidad de cambiar las fechas de la disputa del
Mundial a meses con temperaturas más templadas como diciembre o enero.
Pero, desgraciadamente, por lo
que se recordará este Mundial no será por los calores que sufrirán los
jugadores y los espectadores (nos tememos gradas en las que el principal
protagonista sea el hormigón) que acudan a este multimillonario país árabe. Hay
situaciones mucho más graves que ésta. ¿Saben de dónde procede la mano de obra
que está construyendo los estadios que albergarán el Mundial? Pues al igual que
en las construcciones faraónicas del resto de los países que rodean el golfo:
de la India, de Bangladesh y de Nepal. Éste último país ya tiene más habitantes
en Dubái, en Qatar o en Bahrain que en su propio territorio. Y no trabajan
precisamente en el paraíso.
Según un informe que prepara la ONG Comité de Coordinación
para los Emigrantes Nepalíes (PNCC), al que ha tenido acceso el diario
británico The Guardian,
más de 400 trabajadores nepalíes han muerto ya en las obras y la proyección
podría llevar a 4.000 muertes.
Su trabajo es un infierno: los
inmigrantes están obligados a someterse al sistema de la “kafala” por el
que cada trabajador está vinculado a quien lo contrata, que debe
"patrocinarle". Esto se traduce en largas jornadas de trabajo bajo el
sol sin apenas agua. Además, los
retrasos en el cobro de los salarios están a la orden del día. Por supuesto, muchos no conocen los cascos y, hasta
finales del pasado año, más de mil trabajadores nepalíes habían pasado por los hospitales de Doha tras
sufrir accidentes en las obras de los estadios. Al finalizar su maratoniana
jornada, malviven hacinados en condiciones insalubres, sin electricidad ni agua
caliente y sometidos a las altas temperaturas del país.
¿Por qué no abandonan y cambian de país o regresan al suyo?
Pues porque no pueden; el sistema de la Kafala dictamina que los empleados
extranjeros no pueden cambiar de trabajo y salir del país sin el permiso de sus
empleadores y cuando los nepalíes anuncian que desean irse, les retienen dos o
tres meses de paga y les quitan los pasaportes. Esclavitud con mayúsculas en
pleno siglo XXI.
¿Quién saldrá en defensa de estos nepalíes? Ningún país
occidental alzará la voz para defender a estas personas. Los derechos humanos
de los inmigrantes en países árabes no le llega en importancia ni a la suela de los zapatos al imprescindible petróleo que se les compra. Tampoco confiamos en que los habituales grupos de
izquierdas (que ponen el grito en el cielo cuando se deporta a un inmigrante
ilegal en Europa) digan nada; que estén en continua guerra con Israel y por extensión con los Estados Unidos, hace que se les perdone cualquier tropelía, ya sea contra las mujeres, contra los homosexuales, contra los inmigrantes o contra quien sea. ¿Y
la FIFA, organizadora del evento? Mientras tengan los bolsillos llenos…
¿Qué creían que ocurriría cuando designaron a un país
dictatorial como sede de un Mundial de fútbol? Tanto los que votaron a favor
como los que lo permitieron deberían ser corresponsables de esta tragedia. A
tiempo están de rectificar y de llevarse la gran fiesta del fútbol (que eso es
lo que tiene que ser un Mundial) a otro país más civilizado donde se respeten
las libertades y no se violen los derechos humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario