Pronto, demasiado para mi gusto, suena el
despertador. Funciona a pilas porque no me fío que un repentino corte de luz
nos fastidie el día a toda la familia. Pues bien, desde ese mismo momento, estoy
pagando impuestos. En este caso, el impuesto sobre el reciclaje de pilas.
Antes
de poner un pié en el suelo enciendo la luz y empiezan a cascarme el impuesto
eléctrico que financia a las comunidades autónomas, el de generación y el de la
distribución de la electricidad. Por supuesto, cuando aprieto el botoncito de
la cafetera ocurre lo mismo, igual que con la tostadora del pan. Abro la ducha
y desde ese mismo instante pago el impuesto especial sobre hidrocarburos (mi
caldera funciona a gas) además de los impuestos especiales sobre depuración y
contaminación de las aguas. Llego justo a la cocina para comer una de esas
“maravillosas” magdalenas envasadas y tras zampármela de un bocado, tiro el
envoltorio a la papelera. ¡Impuesto nuevo! La tasa de recogida de basuras.
Llego al garaje (IBI sobre la plaza de
aparcamiento), subo la cuesta y salgo a la calle donde me toca pagar un vado
(tasas por entradas y salidas de vehículos) para que casi nunca me bloqueen el
paso. Continúo pagando el impuesto de vehículos de tracción mecánica, el
impuesto sobre hidrocarburos cuando le pongo gasolina, el impuesto de primas de
seguro porque me obligan a tenerlo asegurado y el impuesto de circulación
porque, al parecer, las ruedas de mi coche destrozan el asfalto.
Por el mero hecho de “disfrutar” trabajando,
me retienen una quinta parte de mi sueldo (IRPF), aparte de las cuotas a la Seguridad Social
(impuesto porque no son voluntarias; me imponen pagarlas) y siempre con la
amenaza de que me la van a aumentar.
Durante todo el día habré fumado 4 o 5
cigarrillos (80% de lo que cuestan se va en impuestos; impuesto sobre las labores del tabaco entre ellos) y al salir del trabajo
nos metemos en un bar un par de compañeros para tomarnos una cerveza (impuesto
sobre el alcohol y bebidas derivadas).
Y todo el día, ¡todo el santo día! pagando el
dichoso IVA por todo lo que se consume o se compra, ya sean productos básicos
en el supermercado, el periódico, los zapatos, la ropa del bebe o el croissant
de la panadería. Incluso lo pago una vez añadidos todos los impuestos que he
mencionado antes. Porque, ¡qué cara tienen!, los impuestos también pagan IVA.
Cuando llego a casa (IBI de la vivienda),
continúo pagando impuestos cuando ceno, cuando veo la televisión y cuando consulto
mi correo electrónico. Incluso cuando, agotado, caigo en brazos de Morfeo, pago
impuestos, porque ¿alguien apaga la nevera cuando se va a dormir?
Y que conste que me he dejado muchos,
muchísimos impuestos.
Todo esto se traduce en que el Estado me
confisca anualmente todo lo que gano durante 184 días a base de impuestos. ¡Y
en la edad media se quejaban de los diezmos!
Hasta el día 3 o 4 de julio solo trabajo para ellos. ¿Por qué? Pues
porque nos hacen creer que no sabemos administrar nuestro dinero y que necesitamos
un “padre” que asuma las responsabilidades que cada uno debería asumir
individualmente. Un padre que nos proporcione educación gratuita (con los
temarios que ellos imponen), una sanidad universal (y costosísima) y una
subvención de vez en cuando en forma de becas para nuestros hijos, ayudas para
la compra de vehículos nuevos o descuentos a la hora de adquirir esa prótesis
que nos ayudará a caminar. Unas contraprestaciones ínfimas que podría pagar
tranquilamente de mi bolsillo si no me lo hubiesen vaciado antes. Es la labor
del político: recaudar todo lo que se pueda para comprar votos con
subvenciones, obras innecesarias y puestos de trabajo para los amiguetes y
quedarse con lo que sobre.
Pues, al parecer, todavía hay quien cree que
me puede exprimir más. Bajo el rimbombante título de “Propuesta de programa
económico: la reforma fiscal que España necesita” el círculo 3E de Podemos ha
publicado sus propuestas en materia tributaria para el partido. Lo que será,
tal como admiten desde la dirección (ahora ya sin Monedero) de Podemos, la base
de sus medidas económicas; el borrador sobre el que el partido de Pablo
Iglesias elaborará su programa oficial. Échense a temblar porque lo que han
hecho hasta ahora PSOE y PP con nuestros impuestos era una broma.
Como espero que nunca las puedan poner en
marcha y no quiero aburrirles, se las resumiré. Si alguien siente curiosidad
por conocerlas en detalle, supongo que estará en su web.
- IRPF: aplicación de un tipo impositivo único
del 49,5% sobre las rentas, cuya progresividad se realizaría a través de la Renta Básica (7.500 euros por
adulto y 2.250 por menor) o con un esquema con muchos más tramos que ahora con
un objetivo de recaudación equivalente a ese 49,5%. Sea como fuere, pagaríamos
más, mucho más.
- Ahorro: todas las rentas estarán sometidas a
una sola tarifa general. ¿Cuál? Pues el 49,5%.
- Deducciones y reducciones: todas fuera. Fuera
la compensación entre rendimientos del trabajo y capital mobiliario; fuera la
desgravación por gastos fiscales; fuera las reducciones en la base por planes
de pensiones y rendimientos del trabajo y fuera las deducciones por vivienda.
- Sociedades: eliminar todos los beneficios
fiscales (deducciones y bonificaciones) y un único tipo del 35%.
- IVA: superreducido al 5% y general al 22%
(cultura incluido).
- Cotizaciones sociales: eliminar el tope de la
base máxima de cotización sin tocar la pensión máxima. Es decir, cotizar hasta
el infinito sin cobrar más en la jubilación. También se proponen acabar con loe
regímenes especiales y las bonificaciones sociales a la contratación.
- Reinstaurar Patrimonio, Sucesiones y
Donaciones: aumentar sus gravámenes y extender su aplicación a todas las CCAA.
Además, pretenden que todos los que declaramos IRPF paguemos también Patrimonio
todos los años.
- Impuestos especiales y ecológicos: aumentar
la fiscalidad sobre el tabaco y el alcohol. Subir los impuestos sobre los
hidrocarburos y el carbón. Aumentar el impuesto de matriculación y el de
circulación. Aplicar tasas por el uso de determinadas infraestructuras e
impuestos por circular en ciertas ciudades.
- IBI: modularlo en función del certificado
energético del edificio ( menos de un 5% de las viviendas lo poseen en la
actualidad) e imponer un recargo especial a las viviendas vacías. Crear un
nuevo impuesto por “ocupación” que pagaría el arrendatario o el dueño de la
vivienda.
- Impuestos municipales: aumentar el de vehículos, plusvalías, actividades económicas, permisos de obra, tasas…
Como decía aquel discapacitado al que se le
rompieron los frenos de su silla de ruedas por las calles empinadas de Lourdes:
“Madrecita, que me quede como estoy”.
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