En un mundo
repleto de mediciones y estadísticas, no es de extrañar que podamos saber en
qué invertimos el tiempo que nos toca pasar en este mundo. El ser humano del
siglo XXI dedica una media de 6 años de su existencia a navegar por internet; 4
años comiendo; 11 años viendo la televisión; apenas 115 días riendo; 27 días
esperando el autobús, el tren o el metro y la friolera de 4 años guardando
colas, ya sea en el supermercado, en el cajero, en el cine, en un atasco, en las
oficinas de hacienda o esperando para entrar a ver un partido de fútbol.
No me
negarán que el concepto de cola en sí mismo resulta curioso. Según el experto
de la Universidad de Houston, Dave Fagundes, una cola se forma “cuando el
número de personas que busca un mismo producto o servicio excede al número de
personas disponible para atenderles”. Así, lentamente, de manera espontánea,
sin reglas y sin que nadie nos instruya explícitamente de cómo hacerlo, se va
formando una hilera física en la que todos (o casi todos) nos comportamos
civilizadamente, incluso amablemente y esperamos en orden a que nos llegue el
turno rodeados en la mayoría de las ocasiones de extraños con los que quizá no
volvamos a cruzarnos en nuestra vida. Es un caso excepcional de “orden sin
ley”, algo verdaderamente extraño en nuestros días.
Las colas,
evidentemente, generan impaciencia. ¿Cómo evitarla? Los científicos se han
pasado mucho tiempo estudiando el comportamiento de las personas cuando están
en una cola y ya se aplican muchas de sus recomendaciones. ¿Saben por qué se
inventaron las filas únicas o colas en serpentina? Aparte de que reducen el tiempo
que pasamos esperando, disminuyen la ansiedad del cliente porque no se comparan
con otras colas paralelas para valorar si son más rápidas y, además, se evitan
el trance de elegir una de las colas y la frustración de que sea precisamente
esa la que más lenta se desplace.
Si en un
aeropuerto o en un parque de atracciones nos indican que el tiempo de espera es
de 15 o 30 minutos y nos hacen caminar por una serpenteante cola no es algo
casual. Está demostrado que la impaciencia disminuye si caminamos, nos
distraemos y tenemos una estimación, aunque sea imprecisa, del tiempo de
demora.
¿Por qué
hay establecimientos de comida rápida en los que pedimos en un sitio, pagamos
en otro y recogemos en un tercero? Pues porque al dividir la espera en tres
partes y desplazarnos de un sitio a otro, nos parece mucho menor el tiempo
empleado.
Cuando se
erigieron los primeros rascacielos en Nueva York, los usuarios se quejaron de
su lentitud. Pasaban largos minutos hasta llegar a los pisos más altos y hablar del clima con los vecinos se hacía demasiado tedioso. A alguien se le
ocurrió la genial idea de forrarlos de espejos. Los ocupantes se arreglaban el
pelo o se rehacían el nudo de la corbata y se olvidaban de contar los minutos.
Ignorar el reloj y distraerse es la forma más efectiva de derrotar a la
impaciencia.
Si una cola
tiene más de seis personas nos lo pensamos dos veces antes de unirnos a ella y
esperamos de mejor humor si la cola detrás de nosotros es larga. Raramente la
abandonamos e incluso nos sentimos afortunados por estar más adelante.
Esperamos
más cómodos y relajados en la cola si la distancia con la anterior y la
posterior persona es de al menos 15 centímetros, si la luz es tenue, si las
paredes son azules o verdes y si escuchamos canciones de pop clásicas, nunca
baladas ni últimas novedades.
Si hay una
gran aglomeración de personas, es imposible no hacer colas; no existe la varita
mágica que lo evite. Pero si les podemos dar unos consejos para ganar un poco
de tiempo:
- Observe
unos segundos las colas antes de incorporarse y decídase por la que avance más
rápido, aunque sea más larga. La mayoría comete el error de escoger la más
corta y lenta.
- Conviene
elegir la cola con más hombres. Son más impacientes y propensos a irse si la
espera se prolonga.
- Lo lamentamos
pero es la realidad: las colas con personas mayores son mucho más lentas
- En los
supermercados solemos huir de las colas con carros muy cargados. Piense siempre
que no retrasa el paso de los productos sino la interacción con los clientes:
la frase de bienvenida, pagar, recoger el comprobante…
- Los
diestros suelen escoger inconscientemente la cola de su derecha. Como existen
menos zurdos, las colas más rápidas suenen ser las de la izquierda.
- ¿Ha
probado conseguir ese producto o servicio por el que va a hacer la cola a
través de internet? Con un simple clic, en muchas ocasiones se consigue lo
mismo.
Con que
lográsemos rebajar en un 15% el tiempo que le dedicamos a las colas, le ganaríamos
más de seis meses a nuestra vida. ¡La de cosas que se pueden hacer en ese
tiempo!
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