sábado, 13 de mayo de 2017

Evite las colas y no pase cuatro años de su vida en ellas



En un mundo repleto de mediciones y estadísticas, no es de extrañar que podamos saber en qué invertimos el tiempo que nos toca pasar en este mundo. El ser humano del siglo XXI dedica una media de 6 años de su existencia a navegar por internet; 4 años comiendo; 11 años viendo la televisión; apenas 115 días riendo; 27 días esperando el autobús, el tren o el metro y la friolera de 4 años guardando colas, ya sea en el supermercado, en el cajero, en el cine, en un atasco, en las oficinas de hacienda o esperando para entrar a ver un partido de fútbol. 

No me negarán que el concepto de cola en sí mismo resulta curioso. Según el experto de la Universidad de Houston, Dave Fagundes, una cola se forma “cuando el número de personas que busca un mismo producto o servicio excede al número de personas disponible para atenderles”. Así, lentamente, de manera espontánea, sin reglas y sin que nadie nos instruya explícitamente de cómo hacerlo, se va formando una hilera física en la que todos (o casi todos) nos comportamos civilizadamente, incluso amablemente y esperamos en orden a que nos llegue el turno rodeados en la mayoría de las ocasiones de extraños con los que quizá no volvamos a cruzarnos en nuestra vida. Es un caso excepcional de “orden sin ley”, algo verdaderamente extraño en nuestros días.


Las colas, evidentemente, generan impaciencia. ¿Cómo evitarla? Los científicos se han pasado mucho tiempo estudiando el comportamiento de las personas cuando están en una cola y ya se aplican muchas de sus recomendaciones. ¿Saben por qué se inventaron las filas únicas o colas en serpentina? Aparte de que reducen el tiempo que pasamos esperando, disminuyen la ansiedad del cliente porque no se comparan con otras colas paralelas para valorar si son más rápidas y, además, se evitan el trance de elegir una de las colas y la frustración de que sea precisamente esa la que más lenta se desplace.

Si en un aeropuerto o en un parque de atracciones nos indican que el tiempo de espera es de 15 o 30 minutos y nos hacen caminar por una serpenteante cola no es algo casual. Está demostrado que la impaciencia disminuye si caminamos, nos distraemos y tenemos una estimación, aunque sea imprecisa, del tiempo de demora.

¿Por qué hay establecimientos de comida rápida en los que pedimos en un sitio, pagamos en otro y recogemos en un tercero? Pues porque al dividir la espera en tres partes y desplazarnos de un sitio a otro, nos parece mucho menor el tiempo empleado.


Cuando se erigieron los primeros rascacielos en Nueva York, los usuarios se quejaron de su lentitud. Pasaban largos minutos hasta llegar a los pisos más altos y hablar del clima con los vecinos se hacía demasiado tedioso. A alguien se le ocurrió la genial idea de forrarlos de espejos. Los ocupantes se arreglaban el pelo o se rehacían el nudo de la corbata y se olvidaban de contar los minutos. Ignorar el reloj y distraerse es la forma más efectiva de derrotar a la impaciencia.

Si una cola tiene más de seis personas nos lo pensamos dos veces antes de unirnos a ella y esperamos de mejor humor si la cola detrás de nosotros es larga. Raramente la abandonamos e incluso nos sentimos afortunados por estar más adelante.

Esperamos más cómodos y relajados en la cola si la distancia con la anterior y la posterior persona es de al menos 15 centímetros, si la luz es tenue, si las paredes son azules o verdes y si escuchamos canciones de pop clásicas, nunca baladas ni últimas novedades.


Si hay una gran aglomeración de personas, es imposible no hacer colas; no existe la varita mágica que lo evite. Pero si les podemos dar unos consejos para ganar un poco de tiempo:

- Observe unos segundos las colas antes de incorporarse y decídase por la que avance más rápido, aunque sea más larga. La mayoría comete el error de escoger la más corta y lenta.

- Conviene elegir la cola con más hombres. Son más impacientes y propensos a irse si la espera se prolonga.

- Lo lamentamos pero es la realidad: las colas con personas mayores son mucho más lentas

- En los supermercados solemos huir de las colas con carros muy cargados. Piense siempre que no retrasa el paso de los productos sino la interacción con los clientes: la frase de bienvenida, pagar, recoger el comprobante…

- Los diestros suelen escoger inconscientemente la cola de su derecha. Como existen menos zurdos, las colas más rápidas suenen ser las de la izquierda.

- ¿Ha probado conseguir ese producto o servicio por el que va a hacer la cola a través de internet? Con un simple clic, en muchas ocasiones se consigue lo mismo.


Con que lográsemos rebajar en un 15% el tiempo que le dedicamos a las colas, le ganaríamos más de seis meses a nuestra vida. ¡La de cosas que se pueden hacer en ese tiempo!


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