Vale
que para popularizar los coches híbridos y eléctricos en un principio se
subvencionara su compra. Vale que a los primeros compradores se les facilitasen
puntos de recarga cercanos y gratuitos por parte de los ayuntamientos para que
se pudiesen mover. Pero una vez estos coches ya suponen un 10% de las ventas de
automóviles en Europa, ¿es necesario continuar con este despilfarro para las
arcas públicas?
En
Alemania ya se lo han planteado y su decisión ha sido drástica: van a dejar
de subvencionar la compra de híbridos enchufables.
Con
un 14% de cuota de mercado en Alemania, estos coches se han popularizado y cada
vez se venden más. Sobre todo, para empresas con grandes flotas. Las ventajas
son evidentes: la tecnología ahorra dinero, tanto a la hora de repostar como en
el mantenimiento (más económico). Además, los vehículos pueden cubrir largas
distancias porque pueden utilizar el motor de combustión en cualquier momento,
con lo que consiguen un coche con un uso flexible. Y si encima te lo
subvenciona el gobierno…
Pero
estos coches sólo pueden cubrir entre 40 y 80 kilómetros en modo eléctrico.
Para un particular, puede ser suficiente para todo el día, pero para a un coche
de empresa no le llega y tiene que recargar las baterías a mitad de jornada,
algo que no hacen y provoca que apenas un 15% de los kilómetros recorridos se
hagan en modo eléctrico. Y no crean que mejora sustancialmente entre los particulares
ya que el uso de combustibles fósiles supera el 50% del tiempo que el vehículo
está circulando. ¿Pagamos entre todos un pastizal en subvenciones para que el
coche circule quemando gasolina como todos los demás? En Alemania han dicho
basta.
Y
esto me lleva a pensar en lo que ocurre aquí en España. Es común que cuando se ve
pasar por la calle un Tesla u otro coche que apenas emite ruido se piense en lo
comprometido que está su conductor con el medio ambiente y el tan manido cambio
climático. Pues ahí van unos números: el más barato de los Tesla supera los
50.000 euros, cifra que sólo unos pocos ciudadanos adinerados se pueden
permitir. Pues bien, a ese “rico” le pagamos entre todos más de 7.000 euros con
el Plan MOVES para que se lo compre; le perdonamos el impuesto de circulación
durante varios años y, además, le ponemos cargadores gratuitos en cada esquina para
que reposte.
El
ricachón de turno, llega hasta el centro de las ciudades (que con un eléctrico
si se puede) faroleando con su deportivo, lo aparca en una plaza de recarga
(que siempre están vacías) y lo enchufa durante todo el día. Se ahorra parte de
la compra del coche, los impuestos, el repostaje ¡y hasta el ticket del
parking!
¿Cuándo
dejaremos de gastar como si fuésemos un país rico?
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