Ya
sé que nos vamos a salir un poco de la temática habitual del blog con este post,
pero es que los meses de verano dan para este tipo de reflexiones y surgen
dudas que poca gente sabe responder. Me estoy refiriendo al origen y significado
de algunas frases hechas que decimos varias veces al día sin darnos cuenta,
frases como “tomar el pelo”, “hablar por los codos” o “poner los cuernos”. Empezaremos
con esta última y, con el tiempo, intentaremos ir aclarando muchas otras.
El
modismo “poner los cuernos” es uno de los más habituales y raro es el día que
no lo escuchamos. Evidentemente, todos sabemos lo que significa: infidelidad
matrimonial, tal como lo describe el diccionario de la Real Academia Española
(RAE), pero también se usa en otros contextos para reflejar traición o
deslealtad.
Se
emplea en el castellano desde hace siglos y ya se encuentran referencias en el
Diccionario de Autoridades de 1729, donde se define como “faltar o hacer faltar
a la fe del matrimonio”. Pero ¿dónde y por qué surge esta expresión?
Siento
desilusionarles, pero no se sabe con total seguridad cual fue el origen. Hay
tres teorías que destacan sobre las demás. La primera nos retrotrae a la Edad
Media, época en la que el señor feudal ejercía el “derecho de pernada” entre
sus súbditos. Como saben, éste consistía en el derecho de acostarse con la
esposa de su vasallo en la noche de bodas. Cuando esto sucedía, sus caballeros
colgaban en la puerta de la casa del nuevo marido una cornamenta de ciervo a
modo de aviso para que nadie le molestase, a sea, “le ponían los cuernos” en la
puerta. La teoría podría parecer cierta si no fuese por el pequeño detalle de
que el derecho de pernada, en realidad no existió; solamente es otro mito de
aquella oscura época.
La
siguiente teoría es similar. En este caso, el origen se encuentra en los
vikingos. Al parecer, los jefes de las aldeas nórdicas tenían derecho a
mantener relaciones sexuales con cualquier mujer y cuando elegía a la víctima,
colgaba en la puerta un casco adornado con cuernos de animales a modo de señal,
como en el caso anterior. Realmente, puede que sea cierto este origen
etimológico, pero choca con la realidad en un punto: nunca se han hallado
cascos vikingos con cuernos. Esos cascos aparecieron en el siglo XIX cuando
algunos artistas pictóricos añadieron cornamentas a las vestimentas de este
pueblo guerrero para enfatizar su agresividad.
La
última teoría con algunos visos de realidad viene de la mitología griega:
Parsifae, hija de Helios y la ninfa Creta, fue entregada al rey Minos como
esposa. Esta, infiel con su marido real, se acostó nada menos que con un toro
blanco y de esta relación nació una criatura con cabeza de toro y cuerpo
humano, el Minotauro, convirtiéndose desde entonces en una metáfora de la
infidelidad. Me parece un poco rebuscado, la verdad.
¿Ninguna
de las tres teorías les convence? A mí tampoco. Y hecho en falta alguna que lo
relacione con las cabras. Por lo de la costumbre de llamar “cabrón” a la
víctima de la infidelidad…
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