Los españoles
estamos apesadumbrados, incrédulos e indignados. ¿Cómo es posible que esos
políticos en quienes depositamos nuestra confianza nos hayan engañado de esta forma?
¿Les ha entrado un extraño virus y se han vuelto corruptos todos de la noche a
la mañana?
Aunque
seguro que ya hubo casos durante el franquismo y los primeros años
democráticos, el primer conocimiento que tuve de la corrupción fue en la
segunda mitad de los ochenta con los famosos sobornos de la empresa Siemens
para la adjudicación de obras y electrificación de la línea de AVE
Madrid-Sevilla. Pues bien, a pesar de
que les cogieron con las manos en la masa (pillaron a destacados empresarios
ligados al PSOE con maletines llenos de dinero), nadie fue a parar a la cárcel.
(Les aconsejo que lean esta crónica de El País del año 1993 donde lo explican.
Parece escrita ayer). ¿Qué provocó este
caso? Pues que los políticos considerasen abierta la veda y empezaran a maniobrar
para forrarse durante sus mandatos. Ni siquiera cogiéndoles con el carrito de
los helados les iba a pasar nada. Eran intocables.
Recuerdo
que a finales de los ochenta cayó en mis manos el único libro que he leído de
Vizcaíno Casas (no me gusta su ideología). Para mi sorpresa, los casos de
corrupción, enchufismo y malas prácticas del primer lustro del mandato de
Felipe González no cabían en las 300
páginas que tenía el libro. Mi buena fe en las personas me llevó a pensar que
este señor exageraba.
En
los noventa empezó a salir la podredumbre. Se hicieron famosos tres nombres: “Filesa”,
“Malesa” y “Time Export”, probados casos de financiación ilegal del PSOE. En
los primeros años de esta década, fueron destituidos y condenados desde la
directora del BOE a la presidenta de RENFE, pasando, nada más y nada menos, por el
Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Curioso que el señor que daba
legitimidad a nuestro dinero firmando los billetes, fuera corrupto.
Personalmente,
les puedo decir que por aquella época trabajaba como cajero en la delegación
local de una reconocida empresa constructora de ámbito nacional. Sé de primera mano
(sacaba yo el dinero) que al alcalde de esta localidad no le faltó de nada durante
el lustro que la empresa estuvo allí: reforma integral de su vetusta casa de
campo; rehabilitación de la casa de su madre; cenas; viajes; bicicletas para toda la
familia; jamones y botellas de vino, una inmensa colección de CD de música
clásica y unos paquetes repletos de
billetes de 10.000 que llegaban camuflados en fundas de agendas desde nuestra
delegación provincial. Hasta el regalo de cumpleaños de su hijo pagamos. ¿Le
ocurrió algo a este señor? Absolutamente nada. Bastantes años después, decidió abandonar “por
voluntad propia” el mundo de la política (esa fue la versión oficial). A pesar
de que sus compañeros de partido (e incluso miembros de la oposición) eran
conocedores, nada de todo lo expuesto salió a la luz.
Eran
tiempos idílicos para los políticos. Ostentaban el poder; tenían controlada a la
justicia y los escasos medios de comunicación existentes eran públicos o
pertenecían a grupos afines. ¿Cómo se enteraban los ciudadanos de estos
desmanes? De ninguna forma. Ya se encargaban de ponerles las cosas difíciles a unos pocos
periódicos o alguna radio contraria al partido en el poder. Y de televisión
nada: sólo había una cadena; la suya. ¿Internet? ¿Qué es eso?
Ahora,
¿qué les voy a contar? Pujol, Bárcenas, Matas, los ERE andaluces, la operación
púnica, los cursos de formación, el Urdangarín… cientos de casos inundan las
numerosas cadenas de televisión, radio y prensa de todas las tendencias
políticas existentes. Se acabó el monopolio de la información. Y, por supuesto,
existen Internet y las redes sociales, auténticos altavoces que denuncian a
diario y en cualquier lugar todos estos casos.
Aun
así, quizá influenciados por el populismo de alguno de estos medios, todavía no
sabemos darle a cada caso la importancia que merece. Si no, ¿cómo explican el revuelo que se montó
con los cuatro trajes de Camps o con las recientes tarjetas “opacas” de Caja
Madrid, ridiculeces (económicamente hablando) al lado de los miles de millones “volatilizados”
en los ERE de Andalucía o por la familia Pujol? Quizá sea porque todos tenemos
una tarjeta de crédito o nos hemos comprado un traje en alguna ocasión y pocos
son los que conocen cómo se blanquea dinero, cuánto supone una comisión sobre
una obra pública o el funcionamiento de las subvenciones de la Comunidad Europea
para el empleo.
No
nos equivoquemos: corrupción ha habido, hay y habrá siempre. Lo llevamos escrito en nuestro ADN. Cualquier
ser vivo intenta sobrevivir consiguiendo ventajas sobre sus competidores. Lo
que ocurre es que toda esta gentuza, en lugar de conseguirlo trabajando, lo hace
a base de chanchullos y trampas. Ahora bien, ¿prefieren no enterarse como
ocurría antes o despertarse escandalizados cada mañana con un nuevo caso
sabiendo que el corrupto acabará con sus huesos en la cárcel? Yo me siento más
tranquilo ahora viendo cómo los corruptos ingresan en prisión, incluidos miembros
del partido que ostenta el poder. Algo parece estar cambiando a mejor.
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