En España nos quejamos de que el escaso empleo existente es
excesivamente precario. Y llevamos razón. Contratos temporales, parciales, por
horas, por obra realizada… un sinfín de modalidades que persiguen la creación
de empleo y que, aunque consiguen en parte este objetivo, provocan precariedad e
inseguridad en los trabajadores.
Esta precariedad laboral no es exclusiva de España. Famosos
son los llamados “minijobs” alemanes, contratos de baja remuneración y máximo
de 15 horas de trabajo a la semana que llevan funcionando en Alemania desde el
año 2003. El trabajador de estos “miniempleos” no paga impuestos, aunque puede
hacer aportaciones voluntarias a los sistemas sociales, tiene derecho a
vacaciones pagadas, bajas de maternidad o enfermedad y a los plazos de despido.
A cambio, el sueldo no pasa de los 450 euros mensuales, por lo que normalmente
se acogen a este régimen jóvenes que compatibilizan estos trabajos con sus
estudios o parados de larga duración que ven en estos contratos una forma de no
desengancharse totalmente del sistema social y seguir cotizando para la pensión
de jubilación.
Muy criticados por la izquierda del resto de Europa (ya
saben que todo lo que haga la Merkel es un complot contra el resto del mundo), llegaron
a su máximo apogeo en el año 2011 con más de 7 millones de estos contratos (de
un total de 42 millones de empleados en el país) y con el final de la crisis
han disminuido paulatinamente los últimos tres años mientras han aumentado los
empleos indefinidos.
¿Bueno o malo? Decidan ustedes. La realidad es que estos
contratos parciales suman aproximadamente un 20% de los empleos totales y los
indefinidos superan el 60%, una proporción que ya quisiéramos en España,
mientras que su tasa de paro es del 6,9% y la nuestra supera el 24%.
Otro ejemplo de este tipo de contratos proviene del Reino
Unido. Allí, tras la publicación de un informe sobre ocupación publicado por la
Oficina Nacional de Estadística, se han echado las manos a la cabeza al saber
que cerca de 700.000 británicos tienen firmado un contrato laboral de “cero
horas”. ¿En qué consiste?
Los “cero horas” son contratos que nacieron con la idea de
aportar flexibilidad a un mercado laboral rígido, consiguiendo con ello que
estudiantes y personas que quisieran trabajar a tiempo parcial tuvieran más
opciones de encontrar un empleo.
El mismo nombre del contrato ya sugiere las características
del mismo: “cero horas”. El empleador firma un contrato con el demandante de
empleo en el que no se compromete a ofrecerle ningún horario o calendario
laboral. El trabajador estará disponible las 24 horas del día (lo que le impide
tener otro trabajo) y el empresario le llamará para trabajar cuando lo
necesite. En caso de negarse a realizarlo, no suelen volver a contactar con ellos. Puede parecer esclavitud, pero la
realidad es que trabajan un promedio de 25 horas semanales y que su salario es
unos 400 euros (sobre un 25%) inferior al que tendrían con un contrato
convencional a tiempo completo.
En el último año, el número de trabajadores con este
contrato ha aumentado en unos 100.000 hasta acercarse a los 700.000. Ante el aumento “abusivo” del contrato “cero
horas”, el Ministro de Industria, Vince Cable, llevará al Parlamento una ley
para prohibir las cláusulas de exclusividad que impiden a los trabajadores
trabajar más horas en otra empresa.
Con una fuerza laboral que ronda los 40 millones de
trabajadores, la tasa de desempleo del Reino Unido es una de las más bajas de
Europa con un 6%.
Todos buscamos la estabilidad laboral y nos horrorizan estos
“modernos” tipos de contrato, pero ¿estamos mejor en España sin “minijobs” ni “cero
horas”? ¿Es mejor trabajar así o permanecer en el paro?
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