Dudo
que exista algún español que aun no se haya enterado de que Pablo Iglesias e
Irene Montero han comprado una casa por 660.000 euros. Hay noticias que corren
como la pólvora. Sinceramente, me alegro de que puedan hacerlo. Lo que no
soporto, como la inmensa mayoría, es que lo hayan hecho después de pasarse el
último lustro criticando a los que lo hacían. Pero ya llegarán las urnas y pondrán
a cada uno en el lugar que le corresponde.
De
la famosa casita lo conocemos todo: el precio, la extensión, la piscina, los
jardines, el huerto, la seta urinario, las habitaciones, la cocina y hasta el
plazo al que han firmado la hipoteca: 30 años. Sin embargo, esto último, creo
que no se va a cumplir. Me explico.
Según
la declaración de bienes elaborada por Irene Montero en 2015 y que recogía sus
rentas salariales del año 2014, la pareja de Pablo Iglesias obtuvo unos
ingresos de 10.278 euros por el concepto de cobro de una beca de investigadora
de la Universidad Autónoma. Asimismo, declaraba tener un vehículo con valor de
compra de 19.896 euros y una cuenta corriente con 12.093 euros. Resulta
evidente que el ir desnudándose por las capillas no de para mucho.
Un
año después, la líder de Podemos presentó la declaración de bienes del año
2015. Entonces tenía una dotación como becaria de la UAM de 3.407 euros y una
retribución de 16.504 euros por su trabajo en Podemos. En total 19.911 euros
que duplicaban los ingresos de un año antes. Su saldo en el banco había
aumentado a 17.830 euros.
En
su siguiente declaración ya era diputada del partido de extrema izquierda y su
salario había aumentado a 76.903 euros, casi cuatro veces el anterior. En
cuanto al dinero que guardaba en el banco (ING y Santander, nada de bancos
denominados “éticos”) sumaba 18.951 euros.
Y
en la última información oficial sobre los ingresos y patrimonio hecha pública
en mayo de 2018, su salario llega a 83.291 euros y sus cuentas corrientes
ascienden a 38.035 euros.
Si
comparamos la declaración de 2018 con la de 2014, Irene Montero ha multiplicado
por ocho sus ingresos (de 10.278 a 83.219 euros). No está mal. A este ritmo, en
2022 puede sobrepasar los 600.000 euros anuales, con lo que la hipoteca del
chalecito estará más que liquidada.
Pero
hay un dato que me preocupa (soy así, siempre mirando por los demás). Sus ingresos
se han multiplicado por ocho y, en cambio, su cuenta corriente apenas se ha
triplicado, de 12.093 a 38.035 euros. ¿Y el resto? Si no he sumado mal, en tres
años ha cobrado 180.105 euros de los que sólo ha ahorrado 25.942, sin haber
aumentado su patrimonio, ya que, de haberlo hecho, tendría que haberlo
declarado. Vivir en Madrid es caro, pero gastando de ese modo me desdigo de lo
anterior: tardará bastante más de 30 años en pagar la deuda de la casita.
Ya
conocen el dicho: si no puedes vivir con un trabajo honrado, métete en
política. Y si puede ser en un partido de izquierdas, mejor; no te criticarán,
hagas lo que hagas.
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