En
esta precampaña electoral (en realidad siempre estamos en precampaña) estamos
escuchando o leyendo las más disparatadas propuestas de la historia democrática
española. Si un político suelta una barbaridad, al día siguiente su oponente
dobla la apuesta. No conocen la vergüenza; ni siquiera se esfuerzan argumentando
(seriamente) sus propuestas; saben que económicamente son inviables y lo único
que les importa es aparecer en los medios de comunicación. El cortoplacismo en
su estado más salvaje.
Las
hay de lo más variado, pero, hasta ahora, porque mañana quien sabe, la medalla
al político más hipócrita se la lleva la candidata por Compromis a la
Presidencia de la Generalitat Valenciana, Mónica Oltra, la dama de las
camisetas reivindicativas.
En
un foro organizado por el diario Información de Alicante, la, hasta ahora,
vicepresidenta de la Generalitat ha explicado que, dentro de sus políticas
sociales, propone la paulatina reducción de la jornada laboral hasta las 32
horas en 2025. Seguramente piensa que, para entonces, ya no ocupará puestos de
relevancia y no deberá responder ante los electores por sus disparatadas
promesas.
Según
Oltra, este objetivo permitirá incrementar la productividad de la economía
valenciana (¿?), generar más puestos de trabajo, favorecer la conciliación
familiar y el bienestar físico y mental y, como consecuencia de todo lo
anterior… contribuir a la lucha contra el cambio climático (¡faltaría más!) porque, más tiempo
para conciliar implica un estilo de vida menos intensivo en recursos. Lo dicho: ni se preocupan por argumentar sus
propuestas.
¿Y cómo se paga esto, porque su promesa
implica “incrementar la productividad”? Muy fácil: se creará un nuevo programa
de ayudas consensuado con los agentes sociales (sin los “malvados” empresarios)
para subvencionar a las empresas que reduzcan su jornada laboral sin afectar al
número ni al salario de sus trabajadores. Además, el programa se complementará
con ayudas para la contratación de parados de hasta 20.000 euros, siempre que
el objeto de esta contratación sea el producto de haber repartido la carga
horaria del trabajo en las mismas condiciones.
¿Y porqué no llegar a la jornada de 8
horas semanales? Se crearía más empleo, más conciliación, desaparecería el
cambio climático… lo dicho: medalla de oro para Mónica. Igual es que, para lo
que ella trabaja, 32 horas le parecen ya demasiadas horas.
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