Las
posibilidades pueden ser infinitas. Un mandatario de una superpotencia
amenazando con invadir un país vecino, provocando un estado de preguerra; el
presidente de una multinacional lamentándose de la quiebra de su empresa con el
consiguiente hundimiento de las acciones de la compañía; un reputado premio
Nóbel de medicina hablando de las bondades de un falso medicamento consiguiendo
que se acaben las existencias en la web…
todo ello con imágenes del protagonista y con su propia voz. Y, sin
embargo, todo falso y manipulado por un algoritmo informático. ¿Ciencia
ficción? Pues ya se puede conseguir con bastante facilidad.
Todo
empezó hace un par de años con un proyecto de la Universidad de Washington
llamado “Synthesezing Obama” por el que un algoritmo manipulaba las imágenes y
la voz del ex presidente de EEUU Barack Obama para que dijese lo que los
investigadores habían preparado. El algoritmo era capaz de manipular los videos
sincronizando sonidos con movimientos faciales: los labios, el arqueado de las
cejas, la respiración, los ojos… el resultado fue sorprendente.
Desde
entonces, varias actrices famosas como Scarlett Johansson con imágenes eróticas
o mandatarios como George Bush o Vladimir Putin han aparecido en vídeos
(habitualmente en Youtube) en sitios a los que no habían ido y diciendo cosas
que no habían salido de sus bocas. Pero la voz de alarma surgió en el video que
se hizo viral en el que Obama llamaba idiota a Trump. Imaginen las
consecuencias que puede provocar.
Al
menos de momento, siempre se trata de videos con personas famosas de las que se
dispone de mucho material gráfico. Para realizar una manipulación de este tipo
es necesario tener un archivo inmenso con imágenes del protagonista, con
discursos, gestos, voces, apariciones públicas… mucho material real y poco
“inventado” para que sea más difícil detectarlos.
Según
el tiempo que se le deje trabajar al algoritmo, la calidad será mejor o peor.
Actualmente, con una hora trabajando ya puede quedar un video “decente”, aunque
con algunos fallos de sincronización entre el sonido y los labios. Sin embargo,
tras doce horas de trabajo resulta casi imposible distinguir si es real o no y
sólo las técnicas de informática forense pueden detectarlos.
Pero
esa solución no es suficiente. Al ritmo con que se difunden las noticias por
internet y las redes sociales, cuando se detecte el fraude o los medios de
comunicación logren contrastar la noticia, el daño ya estará hecho. Y aunque se
demuestre su falsedad, muchos ya no se enterarán de la rectificación y siempre
quedará la duda.
Como
les decía al principio, parece ciencia ficción, pero es una realidad desde hace
tiempo. Hace dos años, en un foro sobre desinformación de la Universidad de
Stanford, el director del centro de la OTAN de “Excelencia en comunicaciones
estratégicas” (en Riga, Letonia) dijo lo siguiente: “Los gobiernos ya han
comenzado a desarrollar tecnologías avanzadas y técnicas de propaganda computarizada
utilizando inteligencia artificial y logaritmos que pueden crear y distribuir
desinformación a un ritmo alarmante”. Me parece que lo de Obama es un simple
juego si lo comparamos con lo que ya se hace por ahí.
Como
reza el dicho, “no te creas nada de lo que te digan y de lo que veas, la
mitad”. A partir de ahora, ni eso.
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