Uno
de los alicientes para comprarse un coche eléctrico son las ventajas económicas
que conlleva. Si, es mucho más caro que uno similar diésel o gasolina, pero a
cambio existen muchas contraprestaciones.
Entre
ellas, podemos destacar las subvenciones a la compra estatales, autonómicas e,
incluso, locales; la rebaja o exención del impuesto de circulación; la
gratuidad, en la mayoría de los casos, del ticket de aparcamiento en zonas
azules o verdes; puntos de recarga de electricidad gratuitos; las ayudas que se
reciben a la instalación de puntos de carga en los domicilios o la autorización
para poder circular por el centro de las grandes ciudades siempre que se desee.
Todo son ventajas y alicientes para que nos pasemos al coche eléctrico. ¿Será
para siempre así?
Ni
por asomo. Mientras los coches eléctricos apenas representen el 1% del parque
automovilístico total, los políticos pueden fardar de ser los más ecológicos
del planeta, “regalando” (con nuestro dinero) todas las ventajas inimaginables
a los compradores concienciados. Pero, ¿qué ocurrirá cuando el porcentaje
aumente al 10%, al 25% o al 50% como nos venden desde las altas esferas? ¿Imaginan
a un político tipo Manuela Carmena (hasta nunca) ingresando la mitad de
impuestos que ahora? ¿O a un gobierno soltando 5.000 eurazos por cada eléctrico
cuando se lleguen a vender un millón al año? ¿O a una compañía eléctrica (que
no son precisamente hermanitas de la caridad) instalando medio millón de puntos
de recarga en domicilios de forma gratuita? Yo no. El negocio, precisamente,
estará ahí. Y no es una cuestión que pasará en un futuro más o menos lejano; ya
está pasando.
La
compañía española de infraestructuras Abertis, se acaba de adjudicar la
implantación y gestión de un sistema de cobro de peajes a vehículos eléctricos en el Estado
de Utah, en Estados Unidos. ¿Sólo a los eléctricos? Efectivamente, sólo a los
eléctricos.
Y
no es que se haya metido de por medio el denostado presidente de la nación,
Donald Trump. La razón es más simple. En Estados Unidos, cuando se reposta
gasolina (mucho más barata que aquí) se paga un impuesto destinado a la
financiación de las infraestructuras viarias en el país. Sin emplear demagogias
baratas y con una lógica aplastante: los eléctricos circulan por las
carreteras, pero no las financian porque no usan gasolina. Se le crea un nuevo
impuesto… y a pagar como todos.
Los
conductores podrán pagar de dos formas: una tarifa plana anual que le permita
circular por donde quiera y las veces que quiera o abonar un importe en función
de la distancia que recorra el vehículo.
La
cosa no pinta mal para la compañía española (están como unas castañuelas) por
haberse posicionado en un sector en pleno auge. Son muchos los estados que
están buscando fuentes alternativas y estables de financiación de sus
carreteras ante el auge del parque de vehículos eléctricos y la consiguiente
reducción de la recaudación por el impuesto a la gasolina.
Como
ocurre siempre, nos enseñan el caramelo, nos dicen lo bueno que está, lo sano
que es, lo barato que resulta… y cuando entramos en la tienda, ¡zasca! en toda
la cartera.
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