Algunos
regalan un bolígrafo de oro, otros lencería carísima y los menos, un viaje a
Mónaco, todo pagado. Personalmente, si alguna vez tengo un querido o querida,
quiero que sea como el Rey Emérito de España, Don Juan Carlos. Les cuento la
historia.
Al
parecer, todo comienza, ¿cómo no?, con unas grabaciones del excomisario José
Manuel Villarejo a Corinna, en presencia del empresario Juan Villalonga (Dios
los crea…), en la que la princesa alemana aseguraba que el Rey Emérito había
cobrado comisiones de la obra del AVE en Arabia Saudí. No por sospechado deja
de oler mal.
El
Juzgado de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional que investigaba el
caso, consideró que las afirmaciones que contenían las grabaciones eran
“débiles” y que afectaban a un periodo de tiempo en el que el Monarca era
inviolable. Sin embargo, dio traslado a Anticorrupción para que determinara si
se habían producido delitos de cohecho y corrupción por parte de las
constructoras españolas elegidas para acometer la obra. O sea, sólo se juzga a
quien pone el dinero y no a quien lo recibe. Continúa oliendo mal.
Por
otra parte, a raíz de la trama Gürtel, se ordenó el registro por parte de la
fiscalía suiza de los despachos del fiduciario Arturo Fasana, quien gestionó el
patrimonio oculto de los cabecillas de Gürtel. En dicho registro se encontraron
muchas más cosas, entre ellas una cuenta que hizo sospechar al primer fiscal de
Ginebra, Yves Bertossa. En la cuenta del banco privado suizo Mirabaud, aparecía
una donación de 100 millones de dólares pagados por el Ministerio de Finanzas
de la monarquía saudí. Dicha cuenta, está a nombre de la entidad panameña
Lucum, de la que Don Juan Carlos es el único beneficiario. Huele muy, muy mal.
Fue
pasando el tiempo y parte de ese dinero se retiró de la cuenta. Cuando quedaban
65 millones de euros, se transfirieron a Corinna zu Sayn-Wittgenstein a través
de la sucursal de otro banco de Ginebra en las Bahamas. El olor no mejora.
Ligándolo
todo, el fiscal de Ginebra solicitó a la justicia española la información de
este caso ya archivado, incluyendo las grabaciones de Villarejo y ha abierto
diligencias en un juzgado suizo al que ha acudido a prestar declaración el
abogado de la princesa alemana.
¿Y
qué ha alegado? Pues que Don Juan Carlos en 2012, por el cariño que le tenía
tanto a Corinna como a su hijo (suponemos que se refiere solamente a hijo de ella), le
hizo una donación de 65 millones de euros. ¡Toma cariño!
Para
que nos hagamos una idea: 65 millones de euros es el presupuesto anual de un
ayuntamiento de una ciudad de entre 60.000 y 80.000 personas. Otra comparación:
el Rey cobraba por entonces menos de 250.000 euros al año en España. El dinero
que le dio a Corinna fue como si un trabajador medio-alto español (que cobre
unos 40.000 euros anuales), le soltase 10 millones a alguien “por cariño”.
Evidentemente,
algo más debe de haber. ¿Por qué el gobierno de Arabia Saudí ingresó 100
millones en la cuenta si ellos eran los que pagarían posteriormente la obra?
¿Fueron intermediarios del pago de las constructoras españolas a Don Juan
Carlos? ¿Le donó el dinero sólo para ella y su hijo o para que lo guardara para
disfrutar de una jubilación dorada junto a su amor? Son solo algunas de las
preguntas que surgen.
El
tiempo pasa y las circunstancias cambian. Don Juan Carlos ya no es rey y, por
lo tanto, ya no es inviolable (por mucho que el PSOE continúe excusándose con
ello para no investigarlo en el Congreso) por lo que Anticorrupción ya puede
investigarlo; la fiscalía de Ginebra es libre de actuar en su país contra
cualquiera que viole sus leyes, sea un rey emérito o no y con Corinna parece que
el cariño ha desaparecido a raíz de las noticias que afirman que va a presentar
una demanda contra Don Juan Carlos y contra el ex jefe del CNI en el Reino
Unido por presuntas amenazas cuando vivía en Suiza en el año 2013.
Esperaremos
acontecimientos, pero todo huele muy mal para Don Juan Carlos. Creo que nos
vamos a divertir.
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