Los humanos
siempre estamos buscando el alimento ideal, esa panacea que al ingerirla nos
cure de todos los males que nos acechan. No hace mucho se pusieron de moda las
bayas de Goji, la quinoa o la maca y algunos no dudan en comprar alimentos sin
gluten o leche sin lactosa aunque no sufran ninguna intolerancia y sean mucho
más caros. ¡Todo sea por la supuesta mejora de la salud! Ahora le toca el turno
a la espirulina, ¿para qué sirve?
La
espirulina es una cianobacteria (alga verdeazulada) de alto contenido
proteínico, fuente de hierro y del grupo de vitaminas B. Se suministra en polvo o en comprimidos y el
precio por cada 100 gramos ronda los ocho euros.
Sus
defensores sostienen que puede utilizarse en tratamientos contra la obesidad,
la diabetes, la anemia, la caída del cabello, el colesterol alto, las úlceras
intestinales y hasta para el tratamiento de tumores precancerosos en el
interior de la boca. Lo consideran el antídoto de la desnutrición global por su
facilidad de cultivo y afirman que, al cubrir carencias nutricionales, quien la
consume comprueba al momento que “tiene mucha más energía”.
Por supuesto,
su ingesta no supone ningún peligro para las personas, siempre que no se abuse
o esté en malas condiciones, pero ¿es tan milagrosa como la pintan? Pues, al parecer,
no.
Según la
Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU, sus beneficios en el Trastorno de
Déficit de Atención e Hiperactividad o en el Síndrome de Beige -como afirman los
promotores de este “superalimento”- no están, ni de lejos, probados, así como
tampoco lo están en los casos de fatiga, ansiedad o enfermedades cardíacas.
Pero hay
quien llega más lejos, como el nutricionista y escritor Juan Revenga, quien
afirma que “aunque su composición es alta en proteínas, en comparación con
otros alimentos tiene lo mismo. Se puede conseguir de forma mucho más barata y
con unos hábitos más saludables a largo plazo.”
La misma
opinión tiene el bioquímico de la Universidad Politécnica de Valencia, José
Miguel Mulet: “La espirulina es el típico alimento de moda que se obtiene de
una bacteria. No es mágico y todo lo que aporta se puede conseguir de otras
formas. ¿Proteínas? Tiene más una pechuga de pollo. ¿Vitamina B12? Tiene, pero
nuestro cuerpo no la puede asimilar. Los superalimentos no existen, es puro
marketing. Hay dietas mejores o peores, pero no basta con algo individual.”
¿Cuánto
durará la fiebre por la espirulina? Pues lo que tarden en cansarse las
estrellas de cine (como Gwyneth Paltrow) en promocionarla y en “descubrir” otro
alimento que, esta vez sí, servirá para curar todos nuestros males, presentes y
futuros. Los humanos somos así: necesitamos creer promesas que son imposibles de
cumplir.
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