El
pasado mes de octubre, el periódico estadounidense The New York Times destapó
el escándalo de abusos sexuales del productor cinematográfico Harvey Weinstein.
La noticia desató una ola de denuncias por parte de muchas actrices y
trabajadoras del mundo del cine que acusaron a otros “presuntos” abusadores,
como los actores Kevin Spacey o Dustin Hoffman.
Los
hechos de este “caso Weinstein” condujeron a una toma de conciencia en toda la
sociedad sobre la violencia sexual y al nacimiento del movimiento “#metoo” (yo
también) que aprovechaba las redes sociales para denunciar otros muchos casos
de abusos machistas, abanderado, ¡cómo no!, por la omnipresente actriz Merryl Streep.
Y
así continúa hasta hoy, con la ceremonia de la entrega de los Globos de Oro en
la que todas las actrices y actores fueron vestidos de un negro funerario que
asustaba y con un discurso de Oprah Winfrey (muy bueno, por cierto) para la que
ya se pide la candidatura del partido demócrata para luchar contra el denostado
Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos.
¿Están
llegando demasiado lejos con el tema? Así lo creen un centenar de artistas e
intelectuales francesas que han lanzado hoy un manifiesto en el que critican el
“puritanismo” de la campaña contra el acoso sexual desatada con el caso Weintein
y defienden la “libertad de importunar” de los hombres que consideran “indispensable
para la libertad sexual”.
Las
actrices Catherine Denueve e Ingrid Caven, la escritora Catherine Millet y la
editora Joelle Losfeld destacan entre las más de 100 firmantes que expresan en
el prestigioso diario Le Monde que “la violación es un crimen, pero el flirteo
insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista”
y aclaran que “no se sienten representadas por ese feminismo que, más allá de la
denuncia de los abusos de poder, adquiere el rostro de un odio a los hombres y
su sexualidad”. Incluso se refieren a ese movimiento como “justicia sumaria”,
que juzga a los hombres “cuyo único error fue haber tocado una rodilla, tratado
de robar un beso o hablar de cosas íntimas en una cena profesional”.
El
manifiesto termina diciendo que la reacción positiva al “caso Weinstein” de un
principio ha dado paso a que se favorezca a los “enemigos de la libertad sexual”
o de los “extremistas religiosos”.
La
polémica está servida. Está claro que todos quieren su minuto de gloria; en
Hollywood y en Francia.
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