Tiene
el difícil nombre de 2019-nCoV y es un “bichito” tan pequeño que, como diría un
famoso ministro de la UCD de hace varias décadas, “si cae de la mesa al suelo,
se mata”. Más
conocido como coronavirus chino o virus de Wuhan, está causando verdadero
terror en todo el mundo debido a la rapidez con que se desarrolla y, a fecha de
hoy, ya ha causado cerca de 500 muertes y más de 20.000 contagios, sobre todo
en China, aunque, más rápido de lo que desearíamos todos, se expande por otros
muchos países del mundo.
Este
pánico ha provocado que sean varias las ciudades chinas que se encuentren,
literalmente, cerradas a cal y canto, entre ellas la ciudad donde se originó,
Wuhan, con sus “apenas” 11 millones de habitantes. Sin embargo, estas medidas
posiblemente hayan llegado tarde (es lo que tiene vivir en un régimen comunista
como el chino) y, al haber coincidido con la celebración del Año Nuevo Lunar
Chino, dos millones de personas, sólo de Wuhan, se encontraban ya de visita en sus
lugares de origen. ¿Imaginan lo que pueden expandir la enfermedad dos millones
de individuos, muchos de ellos infectados antes de partir? Súmenles varios
millones más de las ciudades vecinas y se harán una idea de hasta dónde puede
llegar la epidemia.
Las
reacciones no se han hecho esperar y en apenas unos días, grandes empresas han
tomado medidas preventivas. Starbucks cerró la mitad de sus cafeterías en China
(unas 2.000); McDonald´s cesó su actividad en todos los restaurantes de la
zona; bancos como Credit Suisse, UBS o HSBC y aseguradoras como Allianz y Fidelity
han instado a sus empleados a que no vayan a China y a los que ya están allí, a
que teletrabajen desde sus casas; Disney ha cerrado sus dos parques de
atracciones; automovilísticas como Nissan, PSA o Renault, con fábricas en la
zona, han evacuado a su personal extranjero y no saben cuando pondrán en marcha
sus factorías; las ligas de baloncesto y fútbol se han paralizado
indefinidamente y otros deportes han cancelado todas sus citas, desde mundiales
a carreras de Fórmula 1; los estrenos más esperados del cine deberán esperar a
otra ocasión mejor; los desplazamientos en coche o tren son casi inexistentes y
los aeropuertos están desiertos. Todas las aerolíneas mundiales han cancelado o
reducido drásticamente sus vuelos a cualquier lugar de China y los vuelos
internos, prácticamente no existen. Y olvídense durante un buen tiempo de ver a
compradores chinos, con sus bolsillos bien repletos, en los mostradores de
Galerías Lafayette, Harrods o El Corte Inglés.
Para finalizar, indicar que la
mayoría de empresas chinas deberían haber empezado su producción, tras las
generosas vacaciones por el Año Nuevo Chino, el pasado 30 de enero. Las últimas
noticias que llegan es que, de momento, tienen prohibido abrir hasta el 9 de
febrero, aunque, seguramente, llegado ese día continuará la prohibición “sine die”.
Todo
esto no ha hecho más que empezar y esta parálisis económica está teniendo sus
primeras consecuencias. La cancelación de vuelos supone 300.000 barriles de
petróleo diarios, según los expertos y la mayor petrolera china, Sinopec, ya ha
advertido que reducirá durante febrero su actividad de refino en 600.000
barriles diarios como primera medida para ajustarse a la posible caída de la demanda.
Más adelante ya decidirá si lo amplía. Por no hablar del carbón que se dejará
de quemar para producir una electricidad innecesaria.
El
“bichito” del que hablábamos al principio, en apenas dos semanas y “casi” sin
salir de China, ha provocado una reducción de la actividad y, por tanto, de las
emisiones de CO2 a la atmósfera que no han logrado dos décadas de intensas reuniones
y concienzudos estudios de los sesudos expertos del calentamiento global.
Muchas conferencias, muchos principios de acuerdo, mucho panel de estudio, mucha
ONU, muchas Gretas… y ná de ná. Pero no les demos ideas a los catastrofistas
que estos son capaces de cualquier cosa.
Pueden
encontrar datos actualizados al instante sobre la extensión de la enfermedad en
este enlace.
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