“La
única forma de luchar contra el cambio climático pasa por fomentar la energía
nuclear”. ¿Quién se atreve a soltar una afirmación como esta? Pues, ni más ni
menos que Michael Shellenberger, uno de los más renombrados ecologistas de las
últimas décadas.
Californiano
de 47 años, fue nombrado “Héroe del Medio Ambiente” por la revista Time, ganó
el Green Book Award y es presidente de Environmental Progress, una organización
de investigación y política. A lo largo de su carrera ha publicado artículos en
The New Tork Times, Washington Post, The Wall Street Journal, Scientific
American, Nature, Energy y PLOS Biology. Vamos, que un charlatán de feria no
es.
Shellenberger
siempre ha sido un ecologista de los pies a la cabeza. Fundó una “sucursal” de
Amnistía Internacional en su instituto y, tras acabar sus estudios
universitarios, cofundó Communication Works, una organización de relaciones
públicas responsable de campañas como la de la acusación a Nike de explotación
laboral en Asia o de la salvación del bosque Headwaters Redwood.
En
2003 cofundó el Breakthrough Institute, organización dedicada al análisis entre
energía, innovación y medio ambiente, cuyo ideario partía con la idea de que el
medio ambiente necesitaba menos misticismo hippy y más innovación y
profesionalidad para conseguir una tecnología más eficiente. Por supuesto, estas
ideas chocaron de lleno con los ecologistas más ortodoxos que no dudaron en
catalogarlas como “poco claras, injustas y divisivas”. A partir de 2007 poco a
poco fue cambiando su opinión sobre la energía atómica llegando a la conclusión
de que ésta era la única forma de combatir el cambio climático.
Recientemente,
el diario Expansión le ha hecho una entrevista. Les dejamos algunas de sus
sorprendentes respuestas.
“Solo la generación atómica puede sacar a los seres
humanos de la pobreza sin recalentar el planeta. Los combustibles fósiles
también proporcionan energía, pero a un alto coste medioambiental, y las
energías solar y eólica apenas aportan una pequeña porción de toda la energía
que necesitamos. En cambio, las plantas nucleares suponen la forma más segura
de crear una electricidad fiable de forma regular y en las cantidades necesarias.
Usan mínimos recursos naturales y producen el menor volumen de residuos.
Además, son inversiones de largo recorrido: pueden durar hasta un siglo".
"La gente tiene miedo a la energía nuclear porque
no la entiende. Y no la entiende porque es compleja, pero también porque
ecologistas como yo hemos estado confundiéndola durante los últimos 40
años".
“Hay intereses creados contra las
nucleares, alimentados fundamentalmente desde las compañías que trabajan el
petróleo y el gas, pero nada que se salga de lo normal en el complejo
industrial-comercial. "Se trata más de un fenómeno cultural e ideológico.
La comunidad nuclear dejó de conectar con el público. Los ingenieros son
maravillosos para hacer que las máquinas funcionen, pero terribles en la comunicación
con humanos".
"Nada más acabar la Segunda Guerra
Mundial la izquierda estaba a favor de la energía nuclear, pero la nueva
izquierda parece harta de la modernidad, de este mundo de desarrollo y
prosperidad, cree que debemos volver al vientre materno, regresar a la
naturaleza, a un mundo más simple”.
"El marido de uno de los más altos
ejecutivo de Greenpeace en Canadá es pro nuclear. Pero la mayoría de la gente
de ese estilo ama las renovables y ha luchado tanto por ellas que no soporta
pensar que su esfuerzo pueda quedar en nada. Para ellos, las renovables
armonizan más con la naturaleza, son como Dios. En realidad, se trata de una
nueva religión. Pero los hechos son obstinados: no puedes cerrar una planta
nuclear sin aumentar la emisión de carbono".
"Cuanto más conoces de la energía
nuclear, menos miedo te da. Todo el mundo tiene móvil, pero nadie tiene una
planta nuclear. Tampoco apetece mucho ir a ver una, porque son aburridas. Por
eso necesitamos explicar bien a la gente en qué consiste, como un cuento de
hadas: la energía nuclear es la Cenicienta; sus hermanas le obligan a hacer
todo el trabajo y después encima la llaman sucia y fea. ¡No es cierto, es la
más hermosa!”
Desde
hace un par de años, su asociación se dedica a enviar cartas a gobiernos de todo
el mundo firmadas por personas muy notorias como ganadores del Nobel o del
Pulitzer, argumentando con trabajados informes la conveniencia de la energía
nuclear. Algunos, como el Gobierno de Corea del Sur, cambió de opinión sobre el
cierre de sus centrales nucleares, otros ni siquiera contestan porque tienen
miedo a debatir con ellos en público.
Significativos
son sus comentarios sobre la reacción a la carta que le envió a Pedro Sánchez,
ya en la Moncloa: “Digamos que no me hace sentirme menos preocupado de lo que
estaba cuando la mandé. Las grandes inversiones en renovables están dando como
resultado una electricidad muy cara. Además, se está planteando el cierre de
plantas nucleares y eso impediría a España cumplir sus compromisos
medioambientales, incrementaría sus emisiones y estaría obligada a subir más el
precio de la luz”. ¿Tiene que venir un
californiano a decirnos algo tan obvio?
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