martes, 2 de octubre de 2018

¿Se puede ser ecologista y defender la energía nuclear?




“La única forma de luchar contra el cambio climático pasa por fomentar la energía nuclear”. ¿Quién se atreve a soltar una afirmación como esta? Pues, ni más ni menos que Michael Shellenberger, uno de los más renombrados ecologistas de las últimas décadas.

Californiano de 47 años, fue nombrado “Héroe del Medio Ambiente” por la revista Time, ganó el Green Book Award y es presidente de Environmental Progress, una organización de investigación y política. A lo largo de su carrera ha publicado artículos en The New Tork Times, Washington Post, The Wall Street Journal, Scientific American, Nature, Energy y PLOS Biology. Vamos, que un charlatán de feria no es.

Shellenberger siempre ha sido un ecologista de los pies a la cabeza. Fundó una “sucursal” de Amnistía Internacional en su instituto y, tras acabar sus estudios universitarios, cofundó Communication Works, una organización de relaciones públicas responsable de campañas como la de la acusación a Nike de explotación laboral en Asia o de la salvación del bosque Headwaters Redwood. 


En 2003 cofundó el Breakthrough Institute, organización dedicada al análisis entre energía, innovación y medio ambiente, cuyo ideario partía con la idea de que el medio ambiente necesitaba menos misticismo hippy y más innovación y profesionalidad para conseguir una tecnología más eficiente. Por supuesto, estas ideas chocaron de lleno con los ecologistas más ortodoxos que no dudaron en catalogarlas como “poco claras, injustas y divisivas”. A partir de 2007 poco a poco fue cambiando su opinión sobre la energía atómica llegando a la conclusión de que ésta era la única forma de combatir el cambio climático.

Recientemente, el diario Expansión le ha hecho una entrevista. Les dejamos algunas de sus sorprendentes respuestas.

“Solo la generación atómica puede sacar a los seres humanos de la pobreza sin recalentar el planeta. Los combustibles fósiles también proporcionan energía, pero a un alto coste medioambiental, y las energías solar y eólica apenas aportan una pequeña porción de toda la energía que necesitamos. En cambio, las plantas nucleares suponen la forma más segura de crear una electricidad fiable de forma regular y en las cantidades necesarias. Usan mínimos recursos naturales y producen el menor volumen de residuos. Además, son inversiones de largo recorrido: pueden durar hasta un siglo".

"La gente tiene miedo a la energía nuclear porque no la entiende. Y no la entiende porque es compleja, pero también porque ecologistas como yo hemos estado confundiéndola durante los últimos 40 años".

“Hay intereses creados contra las nucleares, alimentados fundamentalmente desde las compañías que trabajan el petróleo y el gas, pero nada que se salga de lo normal en el complejo industrial-comercial. "Se trata más de un fenómeno cultural e ideológico. La comunidad nuclear dejó de conectar con el público. Los ingenieros son maravillosos para hacer que las máquinas funcionen, pero terribles en la comunicación con humanos".

"Nada más acabar la Segunda Guerra Mundial la izquierda estaba a favor de la energía nuclear, pero la nueva izquierda parece harta de la modernidad, de este mundo de desarrollo y prosperidad, cree que debemos volver al vientre materno, regresar a la naturaleza, a un mundo más simple”.


"El marido de uno de los más altos ejecutivo de Greenpeace en Canadá es pro nuclear. Pero la mayoría de la gente de ese estilo ama las renovables y ha luchado tanto por ellas que no soporta pensar que su esfuerzo pueda quedar en nada. Para ellos, las renovables armonizan más con la naturaleza, son como Dios. En realidad, se trata de una nueva religión. Pero los hechos son obstinados: no puedes cerrar una planta nuclear sin aumentar la emisión de carbono".

"Cuanto más conoces de la energía nuclear, menos miedo te da. Todo el mundo tiene móvil, pero nadie tiene una planta nuclear. Tampoco apetece mucho ir a ver una, porque son aburridas. Por eso necesitamos explicar bien a la gente en qué consiste, como un cuento de hadas: la energía nuclear es la Cenicienta; sus hermanas le obligan a hacer todo el trabajo y después encima la llaman sucia y fea. ¡No es cierto, es la más hermosa!”

Desde hace un par de años, su asociación se dedica a enviar cartas a gobiernos de todo el mundo firmadas por personas muy notorias como ganadores del Nobel o del Pulitzer, argumentando con trabajados informes la conveniencia de la energía nuclear. Algunos, como el Gobierno de Corea del Sur, cambió de opinión sobre el cierre de sus centrales nucleares, otros ni siquiera contestan porque tienen miedo a debatir con ellos en público. 


Significativos son sus comentarios sobre la reacción a la carta que le envió a Pedro Sánchez, ya en la Moncloa: “Digamos que no me hace sentirme menos preocupado de lo que estaba cuando la mandé. Las grandes inversiones en renovables están dando como resultado una electricidad muy cara. Además, se está planteando el cierre de plantas nucleares y eso impediría a España cumplir sus compromisos medioambientales, incrementaría sus emisiones y estaría obligada a subir más el precio de la luz”.  ¿Tiene que venir un californiano a decirnos algo tan obvio?



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