jueves, 28 de enero de 2021

¿A quién apuntamos el fracaso de la app “Radar Covid”?

 


Apenas un mes después de detectarse los primeros casos en Japón y Corea, sus gobiernos habían logrado detener los contagios, a pesar de que las primeras cifras eran muy, muy preocupantes. ¿Cómo lo consiguieron? Entre otras, con tres medidas que se demostraron muy eficaces: uso obligatorio de la mascarilla, rastreo exhaustivo de los contactos de los contagiados y el uso masivo de una app que localizaba a todos las personas que hubiesen estado en contacto en los días anteriores con un enfermo. Continúan haciéndolo y parece que no les va mal, puesto que los casos detectados en la segunda y tercera olas, que los han tenido, han sido escasos.

En España (y en el resto del mundo occidental) quisimos imitarlos… pero a nuestra manera. Las mascarillas fueron durante tres meses un objeto de lujo, desaconsejado por las autoridades; los rastreadores hicieron acto de presencia ya en verano y su labor ha sido “discreta” (tampoco vamos a hacer sangre) y la app, Radar Covid, empezó a poder descargarse en algunas autonomías (porque hasta para esto tenemos 17 normas) a los seis meses del inicio de la pandemia y su uso ha sido “espectacular”.

Habrán entendido que es una ironía. Tras cinco meses vendiéndonos que era la panacea para acabar con el virus chino, apenas un 14,4% de la población española se había descargado la aplicación, que no quiere decir que la usasen.

La aplicación tiene un sencillo funcionamiento. Mediante la geolocalización del móvil, sabe en todo momento por donde nos hemos movido y, si todos tuviesen instalada la app, sabríamos si en algún momento habíamos estado cerca de algún infectado. Igualmente, si nosotros nos hemos infectado, el resto de contactos lo sabría y tomaría las medidas oportunas. Así es como ha funcionado desde el principio en Japón y Corea.

Lógicamente, descargar sólo la app no sirve de nada. Si tenemos la desgracia de contagiarnos, debemos informar a la aplicación de nuestro positivo, mediante un código que se descarga en la web del servicio (se tiene que facilitar sólo el número SIP), para que ésta pueda advertir al resto de la población.



Pues bien, pasados cinco meses desde la puesta en funcionamiento de la app, en toda España se han descargado menos de 2.000 códigos y las diferentes consejerías de sanidad de las comunidades autónomas desconocen cuántos de estos han sido registrados en la aplicación, aunque calculan que rondará el 80%. Si tenemos en cuenta que desde septiembre se habrán infectado sobre un millón y medio de españoles, puede que apenas esté registrado en Radar Covid un 0,1% de los casos.

¿A qué se debe este fracaso? Como siempre, no hay una única razón. El bombardeo de medidas anti-Covid ha hecho que pase completamente desapercibida, lo que unido a la falta de unas instrucciones claras de uso, ha hecho que muchos ciudadanos no se hayan planteado su utilización. Tampoco ayuda el que a los españoles no nos gusta que nos controlen y eso de que nos geolocalicen nos suena a falta de libertades (como si no estuviésemos controlados continuamente desde que surgieron los teléfonos inteligentes).

Y después de estar escuchando a diario desde los medios de comunicación, declaraciones de nuestros gobernantes criminalizando a los que se contagian (ya saben, son unos inconscientes, están de fiesta, no llevan mascarilla, no guardan distancias, etc.), a ver quien es el chulo que reconoce, identificándose mediante el SIP, que lo ha pillado.

¿Cuánto habrá costado? No lo sé, pero estas cosas baratas no son. Y teniendo en cuenta que sólo ha servido para que, en los inicios, nuestros políticos se las diesen de expertos tecnológicos…   


martes, 26 de enero de 2021

¿Se puede ser más borracho que un inglés o un escocés?

 


Pues yo diría que es casi imposible a tenor de la encuesta realizada por la compañía “Global Drug Survey (GDS en inglés).

En España nos quejamos de que el turismo inglés que llega a nuestras costas es un turismo de borrachera; que vienen a beberse la producción enterita de nuestras numerosas fábricas de cerveza y que nos dejan sin existencias de ginebra, vodka y otras bebidas “fuertecillas”. Pero no. Los habitantes del Reino Unido que llegan no cambian en cuanto bajan por las escalerillas del avión: son siempre así.

En el análisis realizado por GDS se ha encuestado a más de 100.000 personas de 25 países distintos y son escoceses e ingleses los que ganan por goleada ya que afirman haberse emborrachado “gravemente”, hasta ver afectadas sus facultades físicas y mentales y llegar a perder el equilibrio y el habla racional, una media de ¡33 veces al año!, más del doble que países del sur como España, Italia o Portugal. Y tampoco es que seamos unos “angelitos”, ya que confesamos padecer unas 14 borracheras “serias” por persona y año, más de una por mes.

La encuesta nos deja más datos sorprendentes, como que el 94% de la población analizada consume habitualmente alcohol, seguido por el cannabis con más del 64% y el tabaco con un 61%. No se a ustedes, pero a mi me deja pasmado que se consuma más María que tabaco en el mundo. Y otro dato aterrador: el 12% confiesa consumir heroína; ¡una de cada ocho personas! No dudo de la profesionalidad de los encuestadores, pero me resulta muy difícil de creer.



Según Adam R. Winstock, fundador de la Global Drug Survey, de Londres, la explicación de este alcoholismo entre los británicos se debe a una cuestión cultural. Los ingleses y los escoceses ven en el alcohol como una única forma de diversión y nunca han adoptado la moderación en lo que respecta a la bebida. Otras culturas lo consideran como un acompañamiento de un evento social y desaprueban la embriaguez en público, pero los habitantes de las islas abrazan al alcohol como una identidad cultural.

Y la cosa no va a quedar ahí. Esta encuesta se realizó entre noviembre y diciembre de 2019, antes de la pandemia del virus chino, y según otra encuesta realizada por la misma organización, el 48% de los británicos afirmó haber bebido más desde el inicio de la pandemia. ¡Más aún! Si se lo proponen, llegan a 52 y les sale a una por semana.