miércoles, 16 de noviembre de 2022

¡Que la sostenibilidad y el cambio climático NO es lo que más nos importa! A ver si se enteran de una vez.

 



Hace unos días leía una entrevista que Valencia Plaza le hacía a Alejandro Ramón, concejal del Ayuntamiento de Valencia de Huerta, Agricultura y Alimentación Sostenible, Emergencia Climática y Transición Energética y Servicios Funerarios, nada menos. El concejal estaba muy contento porque la ciudad del Turia ha sido nombrada Capital Verde Europea para el año 2024.

Tras hablar de la renaturalización de la ciudad, de la movilidad sostenible, de las energías renovables, de la agricultura “transversal, resiliente, justa e inclusiva”, de los huertos urbanos, de la energía undimotriz que esperan extraer de las olas del mar, del autoconsumo y las comunidades energéticas, de la red de carriles bici y de que, según él, ya son un referente europeo que quiere copiar hasta París, el concejal se vino arriba y afirmó que “están en disposición de conseguir el mayor reto en la historia de Valencia: ser en 2030 una ciudad climáticamente neutra”. Ahí es nada.

Leyendo a este hombre, uno imagina que en Valencia nunca ha habido ningún problema reseñable, que todo va como la seda y que la única preocupación de los 800.000 habitantes de la ciudad es el cambio climático y la sostenibilidad. Pues no, señor Ramón. Usted vive en un mundo paralelo.

Primero, conseguir que la tercera ciudad de España sea climáticamente neutra (o sea, que contamine 0) en apenas 8 años, no se lo cree ni usted en uno de sus mejores sueños. Y segundo, ¿de verdad este es el mayor reto que ha tenido su ciudad a lo largo de sus más de 2.000 años de historia?  


Don Alejandro, sus conciudadanos, todavía agotados por el desastre de la pandemia, están alarmados por la subida de precios de la alimentación y la energía; se preocupan por lo que podrán comer y cómo se calentarán este invierno; dudan si podrán pagar la hipoteca con la subida del Euribor o el alquiler de su piso; les quita el sueño la recesión que se acerca y el aumento del paro que traerá consigo; tienen miedo de caer enfermos y tener que esperar más de medio año para que les vea un especialista; abren las puertas de sus casas con temor a que se les haya colado un okupa mientras no estaban; andan cautelosos por las calles ante la inseguridad ciudadana; desconfían de que la educación que reciben sus hijos sea la más adecuada para su futuro… En fin, chorraditas para el señor Ramón.

¿Y el cambio climático? Por supuesto que también les preocupa. Nadie quiere vivir en un estercolero con temperaturas propias del desierto. Pero no duden de que su preocupación es más sincera que la de Don Alejandro: ellos, por suerte o por desgracia, no viven como reyes magnificando el calentamiento global a diario.