miércoles, 29 de mayo de 2019

Llegan los impuestos exclusivos a los coches eléctricos (ya estaban tardando)




Uno de los alicientes para comprarse un coche eléctrico son las ventajas económicas que conlleva. Si, es mucho más caro que uno similar diésel o gasolina, pero a cambio existen muchas contraprestaciones.

Entre ellas, podemos destacar las subvenciones a la compra estatales, autonómicas e, incluso, locales; la rebaja o exención del impuesto de circulación; la gratuidad, en la mayoría de los casos, del ticket de aparcamiento en zonas azules o verdes; puntos de recarga de electricidad gratuitos; las ayudas que se reciben a la instalación de puntos de carga en los domicilios o la autorización para poder circular por el centro de las grandes ciudades siempre que se desee. Todo son ventajas y alicientes para que nos pasemos al coche eléctrico. ¿Será para siempre así?

Ni por asomo. Mientras los coches eléctricos apenas representen el 1% del parque automovilístico total, los políticos pueden fardar de ser los más ecológicos del planeta, “regalando” (con nuestro dinero) todas las ventajas inimaginables a los compradores concienciados. Pero, ¿qué ocurrirá cuando el porcentaje aumente al 10%, al 25% o al 50% como nos venden desde las altas esferas? ¿Imaginan a un político tipo Manuela Carmena (hasta nunca) ingresando la mitad de impuestos que ahora? ¿O a un gobierno soltando 5.000 eurazos por cada eléctrico cuando se lleguen a vender un millón al año? ¿O a una compañía eléctrica (que no son precisamente hermanitas de la caridad) instalando medio millón de puntos de recarga en domicilios de forma gratuita? Yo no. El negocio, precisamente, estará ahí. Y no es una cuestión que pasará en un futuro más o menos lejano; ya está pasando.   


La compañía española de infraestructuras Abertis, se acaba de adjudicar la implantación y gestión de un sistema de cobro de peajes a vehículos eléctricos en el Estado de Utah, en Estados Unidos. ¿Sólo a los eléctricos? Efectivamente, sólo a los eléctricos.

Y no es que se haya metido de por medio el denostado presidente de la nación, Donald Trump. La razón es más simple. En Estados Unidos, cuando se reposta gasolina (mucho más barata que aquí) se paga un impuesto destinado a la financiación de las infraestructuras viarias en el país. Sin emplear demagogias baratas y con una lógica aplastante: los eléctricos circulan por las carreteras, pero no las financian porque no usan gasolina. Se le crea un nuevo impuesto… y a pagar como todos.

Los conductores podrán pagar de dos formas: una tarifa plana anual que le permita circular por donde quiera y las veces que quiera o abonar un importe en función de la distancia que recorra el vehículo.


La cosa no pinta mal para la compañía española (están como unas castañuelas) por haberse posicionado en un sector en pleno auge. Son muchos los estados que están buscando fuentes alternativas y estables de financiación de sus carreteras ante el auge del parque de vehículos eléctricos y la consiguiente reducción de la recaudación por el impuesto a la gasolina.

Como ocurre siempre, nos enseñan el caramelo, nos dicen lo bueno que está, lo sano que es, lo barato que resulta… y cuando entramos en la tienda, ¡zasca! en toda la cartera.

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