viernes, 14 de julio de 2017

Vecinos de Hamburgo limpian los destrozos de los radicales tras el G-20



El pasado fin de semana se celebró la reunión del G-20, grupo de los principales países industrializados del mundo, en la ciudad alemana de Hamburgo. Paralelamente a estas reuniones de los principales mandatarios del planeta, suele realizarse una “quedada” de grupos antisistema, en este caso de media Europa, para, según ellos, protestar “pacíficamente” sobre los más diversos temas, ya sea la globalización, el capitalismo, el calentamiento global, la pobreza en el tercer mundo o cualquier otro asunto que esté de moda en esos momentos.

Todo muy bonito y socialmente responsable, pero la cruda realidad es que este llamamiento hacia la solidaridad entre humanos se tradujo en esta ocasión en la llegada a Hamburgo de miles de gamberros e indeseables, sobre todo de extrema izquierda dispuestos a “hacerse oír”. ¿Resultado? Decenas de policías heridos, unos pocos detenidos (que en pocas horas volvieron a la calle), destrozos millonarios y una ciudad que daba pena verla al día siguiente.


Está claro que los alemanes están hechos de otra pasta y ya el mismo domingo, una ciudadana llamó a través de Facebook a sus convecinos a salir a la calle “con escobas y estropajos” para limpiar desperdicios y eliminar los miles de pintadas que dejaron los salvajes. Miles de personas se sumaron al llamamiento y durante varios días se vieron por el centro a brigadas ciudadanas colaborando para tratar de recobrar la normalidad en las zonas más afectadas por los destrozos. Rebecca Lunderup, la joven de 22 años que inició el movimiento, dijo “querer mostrar al mundo cómo es Hamburgo realmente”; “queremos dar una imagen distinta a la de las barricadas ardiendo”. A la vista de las fotografías, trabajo tienen por delante.


No hay dudas de que la alemana es una sociedad muy madura y este ejemplo lo corrobora. ¿Imaginan qué hubiera ocurrido aquí, en España? Para empezar, el ayuntamiento de la ciudad en cuestión (en las grandes ciudades gobiernan los partidos satélite de Podemos) hubiera dictado un bando prohibiendo la circulación en vehículos de los vecinos para no entorpecer las manifestaciones y eliminando cualquier tope sonoro para que se pudieran expresar libremente con cualquier medio a su alcance. Además, seguramente les subvencionaría los transportes para que no tuvieran impedimentos a la hora de desplazarse y les habilitaría tiendas de campaña en las principales plazas del centro de su ciudad para que pudiesen descansar y comer los bocadillos que amablemente les suministrarían gratuitamente.

En los medios de comunicación, saldrían en portada con sus pancartas pacifistas (nada de disturbios ni barricadas) y pondrían el grito en el cielo ante las hipotéticas cargas policiales contra personas que ejercían su derecho de manifestación.


La sociedad se dividiría entre las críticas a los mandatarios por permitir la celebración de la cumbre del G-20 en la ciudad, los que protestarían contra la policía por no prevenir los disturbios y ejercer la violencia desmesurada contra los pobres manifestantes y los que se quejarían porque, pasadas unas horas de los incidentes, los servicios de limpieza no hubiesen dejado las calles como una patena. Incluso habría quien criticaría a los comerciantes por exagerar los daños en sus establecimientos y otros que verían inaceptable y sectario que algunos vecinos intentasen limpiar los mensajes que los manifestantes hubiesen dejado en las paredes, bancos o paradas de autobús.


Estoy seguro de que se criticaría a todo el mundo excepto a los salvajes que habían destrozado su ciudad y a los partidos políticos y medios de comunicación que los habían alentado y justificado. Por eso nos va como nos va. Por eso nunca seremos Alemania.

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