Continuamos con esta serie de post con la
que intentamos aclarar esos complicados términos económicos que tanto nos traen
de cabeza, sobre todo en estas épocas de crisis.
Tal como les decimos siempre, aquí solo
tratamos de esclarecer algunos conceptos; existen otras muchas publicaciones
especializadas que les podrán explicar mucho mejor todos estos términos. Les
recomendamos consultarlas.
Si usted es de los afortunados que todavía
conserva unos ahorros, seguro que se ha preguntado en más de una ocasión donde
invertirlos para que, al menos, no pierdan poder adquisitivo. Ahora la
inflación está relativamente baja, por lo que por poco interés que nos ofrezcan
al contratar un depósito, por poner un ejemplo, seguro que conseguiremos que
nuestro dinero conserve su valor al finalizar el plazo estipulado.
Pero no crea que sacará mucho más de lo
invertido: si el interés que le ofrecen es de un 3%, descontando la retención
que practica Hacienda y la subida del IPC, cuando saque su dinero apenas habrá
crecido un 0,3%. Correrá pocos riesgos (el riesgo cero no existe), pero le
rentará muy poco, ¿verdad?
Si quiere obtener más por su dinero y le
gusta el riesgo con mayúsculas, les proponemos unos fondos que seguro le darán
emoción a sus vidas: los hedge funds.
Básicamente, un hedge fund es un fondo no
regulado. ¿Qué significa esto? Las empresas o instituciones financieras están
reguladas por los Estados. Un banco o un fondo de pensiones sólo pueden
invertir, por ejemplo, en determinados activos. Frecuentemente, se les exige
que esos activos tengan calificación ‘triple A’ por las agencias de
calificación de riesgos ya saben, las odiadas y desde hace poco en boca de
todos Moody’s, Standard and Poor’s, Fitch, etcétera. (Un inciso: son los “malos
de la película”, pero, realmente, son los Gobiernos quienes les han dado poder
para decidir qué activos tienen categoría ‘de inversión’ y que activos son
‘bonos basura’. Más les valdría a nuestros políticos recordar esto antes de
criticarlos).
¿Por qué esta regulación? Pues porque los
depósitos de los bancos, por ejemplo, están garantizados por los Estados (al
menos, hasta un cierto nivel con el Fondo de Garantía de Depósitos). Por tanto, los Gobiernos no quieren que esas
instituciones financieras corran demasiados riesgos.
Los hedge funds, en cambio, no están
regulados. Eso indica que pueden invertir en lo que les dé la gana, lo que
quieran, pedir prestado cuanto puedan y correr los riesgos que les apetezca,
porque el Estado no corre con la factura si quiebran. El riesgo, como es
lógico, lo asume el inversor. A cambio, las ganancias, en caso de haberlas, no
tienen nada que ver con ese 3% del que hablábamos al principio sino que son
mucho más elevadas (no resultan extrañas ganancias el 30, 40 o 50 por ciento
anuales).
Eso si, si tiene previsto invertir en un
hedge fund sepa que suelen exigir un aporte mínimo de 20 millones de dólares
para entrar y que las comisiones suelen
ser exorbitadas: el 20% de la apreciación de la inversión más el 2% del capital
invertido. O sea, si invierte esos 20 millones de los que hablábamos y el fondo
logra una apreciación del 40%, la institución se queda con un millón de
dólares. Y usted con siete, claro. Pero no hay que cegarse: también es posible
que pierdan un 40% en un año, con lo que su dinero habrá adelgazado hasta menos
de 12 millones en apenas doce meses.
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