Una de las
reivindicaciones más antiguas de las izquierdas de medio mundo está en vías de
hacerse realidad; la denominada “tasa Tobin” o impuesto global a las
transacciones financieras empieza a sumar adeptos entre los mandatarios
europeos. Ya saben: la crisis aprieta, los políticos ya no saben de donde sacar
más dinero para continuar gastando a manos llenas y eligen la medida que más
aceptación tiene entre la ciudadanía para lograrlo: que paguen los que más
tienen, o sea, los bancos.
José Manuel Durao
Barroso, Presidente del ejecutivo europeo, propondrá en la próxima reunión de
los líderes del G-20 a
celebrar el próximo mes en Cannes que se cree una tasa global que gravará todas
las transacciones que realicen los bancos de todo el mundo. Barroso calcula que
sólo en la Unión Europea
este nuevo impuesto supondría unos ingresos de 55.000 millones de euros
anuales; un bocado muy apetitoso para cualquier gobernante.
En lo primero que
pensé al escuchar la noticia fue en la incongruencia de la medida. Si la
mayoría de los bancos están medio quebrados y los estados los están rescatando
con dinero público (el último el banco franco-belga Dexia) ¿cómo pretenden que
paguen un nuevo impuesto? La respuesta es clara: o no tienen problemas o no van
a pagar esta tasa. Como sabemos que lo primero no es verdad, nos decantamos por
la segunda solución: no pagarán la “tasa Tobin”. Entonces, ¿quién correrá con
esos gastos? Suponemos que ya lo habrán adivinado.
Les ponemos un
ejemplo: hasta junio, los bancos estadounidenses cobraban un promedio de
44 centavos (32 céntimos de euro) por cada transacción media (de unos 40
dólares) hecha con tarjeta de débito. A partir de esa fecha, la Reserva Federal puso en práctica una de las
disposiciones de la Ley
Dodd-Frank aprobada un año antes a petición del “Robin Hood
americano” Barak Obama y decidió
que las comisiones bajaran a 24 centavos de dólar (17,6 céntimos de euro). Los
bancos, como no podía ser de otra forma, empezaron a aplicarla.
Apenas pasados tres meses de aquella fecha, Bank of America,
la mayor entidad de EEUU por activos, ha avisado que va a cobrar 5 dólares
(3,67 euros) a cada cliente que tenga una cuenta con tarjeta de débito. Otros
dos grandes bancos, J.P. Morgan Chase y Wells Fargo, así como muchos otros
“menores” están estudiando medidas similares y tan sólo
Citigroup se muestra reacio, al menos de momento, a cargar esa tasa a los
clientes.
Aunque la cantidad que van a cobrar es pequeña (ojala
pagásemos aquí esas cuotas), multiplíquela por los centenares de millones de
tarjetas que circulan por los Estados Unidos y comprobarán que una buena parte
de los 6.600 millones de dólares que dejarán de ingresar los bancos con la
medida de la Reserva Federal
están amortizados. ¿Quién lo pagará? El sufrido usuario bancario. Porque
estamos seguros que los comercios no rebajarán sus precios al tener que pagar
unos centavos menos por cada operación. Por lo tanto, el consumidor tampoco se
beneficiará de una hipotética rebaja al pagar con su tarjeta de crédito.
¿La “tasa Tobin” nos sacará de las penurias económicas?
Opinen ustedes, pero no olviden aquello de que “la banca siempre gana”. ¿Y
quien pierde?
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