Que si, que si,
que muchas “dietas Dunkan”, que mucho gimnasio, que mucho no picar entre horas
y al final... cuando nadie nos ve y ya no tenemos que aparentar, nos
atiborramos de todo aquello que está prohibido. Es como con los documentales de
“la 2”: que todos dicen que los ven y, sin embargo, es la cadena que más baja
audiencia tiene.
La obesidad se
está convirtiendo en uno de los principales males de la sociedad occidental. Se
estima que para 2030, más del 85% de los estadounidenses tendrá
sobrepeso y que el 50% de los adultos de ese país será obeso. En España las
cosas no andarán mucho mejor ya que en la actualidad, el 45% de los niños
españoles tiene sobrepeso según un estudio realizado por la Agencia Española
de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).
Para tratar de atajar este problema, las autoridades de
muchos países han obligado a los fabricantes a informar del contenido calórico
en los envases de los alimentos y su contenido en grasas o azúcares. ¿Miramos
los consumidores estos datos?
Para comprobarlo, el departamento de Epidemiología y Salud
Pública de la Universidad
de Minnesota (EEUU), han realizado un estudio de lo más “revelador”. Cogieron a
200 consumidores y les preguntaron si hacían caso a las informaciones que
aparecían en las etiquetas de los productos. El 33% de ellos informó que casi
siempre miraba el contenido calórico, el 31% señaló que se fijaba casi siempre
en el contenido de grasas totales, el 20% decía lo mismo en relación a las
grasas trans y el 24%, en cuanto al contenido de azúcares.
Pero el estudio tenía “trampa”: mientras este grupo de 200
personas realizaba su compra, una cámara registraba sus movimientos oculares al
coger 64 de los alimentos a la venta. Los resultados de esta cámara fueron
demoledores: apenas un 9% de los
participantes realmente miró el contenido calórico de casi
todos los productos, y alrededor de un 1% de ellos echó un vistazo a cada uno
de los componentes mencionados. Y eso sabiendo que estaban realizando un
estudio relacionado con la nutrición; ¡imaginen cuantos mirarán la información
al realizar con prisas la compra semanal en el supermercado de la esquina!
La cosa no termina ahí. A casi todo el mundo se le llena la boca echando pestes de los restaurantes de comida rápida y a la tan denostada “comida basura” que sirven. Eso si, esos mismos que los critican no dudan en visitarlos en repetidas ocasiones cuando están en otra ciudad diferente de la suya o cuando se encuentran de vacaciones. Será porque allí no les conocen.
En el año 2008, la ciudad de Nueva York obligó a que todos
los restaurantes de comida rápida informaran mediante el etiquetaje de sus
productos del número de calorías que
se ingería. Pasados tres años, sólo un 15% de los clientes de estos
restaurantes elige uno u otro plato atendiendo a las calorías que informa el
etiquetaje de cada uno. Además, la media de calorías consumidas por comensal
apenas se ha reducido en este tiempo.
Pero no todo es
malo; las cadenas de comida rápida se han dado cuenta de que puede resultarles
rentable el tema del sobrepeso (al menos en el futuro) y se han puesto manos a
la obra para que no les pille desprevenidos: en sus cartas ya se pueden
encontrar ensaladas o menús bajos en calorías y en Estados Unidos, McDonalds ya
ha anunciado que en los próximos meses sustituirá las patatas fritas por
rodajas de manzana en los menús de los más pequeños. Algo es algo.
¿Sabían que el peso
medio de los españoles aumenta un cuarto de kilo al año? De no tomar medidas,
pronto adelantaremos a los Estados Unidos.
Cuídense, coman con
moderación y practiquen algún deporte. Que no es por su estética (que también);
que es por su salud.
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