jueves, 24 de febrero de 2011

Pagaremos 10.000 millones más por culpa de las revueltas árabes



Las revueltas predemocráticas (como las llaman algunos) que se están sucediendo en los países árabes, sobre todo del norte de África, nos van a salir muy caras.
No. No me estoy refiriendo al previsible aumento de la inmigración ilegal ni al descenso en las exportaciones que España realiza a estos países, que también tendrán su importancia y costes elevados; lo que de verdad importa a nuestro país, económicamente hablando, es el encarecimiento de los productos energéticos: petróleo y gas.

Desde que empezaron las primeras escaramuzas en Túnez (aun no hace dos meses) el barril de petróleo se ha encarecido en más de 16 dólares. Si en un principio la caída de los dictadores de Egipto y Túnez supuso una pequeña elevación de los precios (sobre todo por el miedo a un corte del Canal de Suez que finalmente no se produjo) la guerra civil que se ha desatado las dos últimas semanas en Libia ha supuesto un aumento imparable en el precio del crudo. ¿Cuál es el motivo?

La producción petrolífera de Libia es de aproximadamente un 2% del total mundial (1,6 millones de barriles diarios). Según los últimos datos, la mitad de su producción se encuentra en estos momentos paralizada, ¿puede una disminución de un 1% de la producción total provocar una subida de más de un 20%? Por lo visto, si. Y hay varios motivos que lo explican. El primero de ellos es que los analistas dan por seguro que Libia dentro de pocos días ya no producirá nada, o sea, 800.000 barriles menos.

Pero el principal motivo del aumento de los precios se debe al miedo del efecto contagio de las revueltas en otras potencias productoras vecinas. No hay que olvidar que Oriente Medio y el Magreb concentran más del 60% de las reservas totales de crudo y casi el 50% de gas a nivel mundial.

Según los analistas en política internacional, el próximo país en sufrir una revolución sería Argelia (2,5% de la producción total mundial). Según un informe de la firma japonesa Nomura, si Libia y Argelia dejan de producir petróleo, el precio del barril llegaría fácilmente a los 220 dólares. Casi nada. Además, ni que decir tiene que un parón en el suministro de gas argelino dejaría a España en una situación muy delicada ya que una buena parte de lo que consumimos procede de ese país a través de los gasoductos que atraviesan el estrecho de Gibraltar.

Las protestas ya se han extendido a Marruecos, Yemen, Bahrein e Irán, pero el peor escenario al que se enfrentaría la economía mundial sería una situación de guerra, con el consiguiente corte de suministro, en Arabia Saudí. Éste país produce un 12% del total, más de 10 millones de barriles diarios, pero su importancia ya no radica sólo en esa enorme cantidad sino en la capacidad que posee para aumentar esa producción fácilmente y poder equilibrar el total mundial en caso de que algún país deje de fabricar. Sin su producción y sin el colchón que supone, no quiero ni imaginar hasta dónde llegarían los precios.


España consumió en 2009 (último año del que existen datos disponibles) 67,2 millones de toneladas de productos derivados del petróleo, para lo que necesita importar 52,3 millones de toneladas de crudo que equivalen, aproximadamente, a unos 375 millones de barriles. Si se mantuviesen los precios actuales y no continuasen con su escalada, algo que a la vista de los acontecimientos parece sumamente improbable, la factura petrolífera de nuestro país se vería aumentada en unos 6.000 millones. Si tenemos la desgracia de que el precio medio durante este 2011 llegue a los 130 dólares el barril, el desastre equivaldría a un sobrecoste de 18.000 millones.

Esperamos que todo esto no suceda, ya que las consecuencias para un país que todavía está inmerso en la mayor crisis de los últimos cincuenta años serían catastróficas: aumento del déficit exterior, inflación por las nubes, tipos de interés imparables, precios de las gasolinas imposibles de asumir… en fin, daños que difícilmente se podrían reparar en menos de una década.

Los primeros en notarlo sería, lógicamente, el sector del transporte por carretera, pero, inmediatamente estas subidas se trasladarían a todos los sectores de la economía, en especial aquellos que en su proceso productivo emplean derivados del petróleo: fabricación de elementos de hormigón, yeso y cemento, toda la industria del plástico y otros muchos como por ejemplo el calzado.


¿Soluciones? Muy pocas por no decir ninguna. Vivimos en un país que tiene que importar el 80% de la energía que consume. Por lo tanto, cualquier alteración en los precios de la energía provoca que nos hundamos en la miseria o, en el caso contrario, que entremos en una fase de expansión económica. No tuvimos suerte con la naturaleza y tampoco con nuestros dirigentes que, anclados en consignas ecologistas del pasado, todavía reniegan de la energía que nos haría menos dependientes del exterior. ¿Adivinan cual es? Efectivamente, la palabra “tabú”: nuclear.

Pero no se apuren porque el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, ya ha tomado conciencia del problema y nos ha dicho que España no sufrirá cortes en el suministro de petróleo y gas (échense a temblar) pero que el problema es saber a qué precio. Como medidas paliativas nos aconseja que ahorremos energía; ya, como ahora, con el precio al que está, la vamos derrochando…

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