Aunque nos
quieran vender que el Estado desea erradicar el consumo de tabaco entre la
población para salvaguardar la salud de sus ciudadanos, lo cierto es que no
nadie hay más interesado en que el vicio perdure. Y si crece el
número de fumadores, mejor.
Seguro que muchos
pensarán que me he vuelto loco y me pondrán como ejemplo la reciente ley
antitabaco que prohíbe fumar en los establecimientos públicos en los que estaba
permitido hasta hace un año, a sea, bares y restaurantes. Ya. Nueve meses
después de promulgada la ley, lo único que se ha conseguido (quizá ese fuese su
objetivo) es recaudar mucho más por los permisos que los ayuntamientos han
concedido a los bares para que inunden con mesas y terrazas todas las aceras de
nuestro país. ¿Y los peatones? ¿Y los carros? Que bajen de la acera.
Al igual que con
la prohibición de vender alcohol a menores de 18 años consiguieron que se
multiplicaran los botellones en la calle y los chavales beben igual o más que
antes, con la ley antitabaco lo logrado ha sido que los locales se vacíen y
todos los ciudadanos tengamos un bar a las puertas de nuestras casas. La salud
y la modernidad tienen estas cosas.
No contentos con
convertir nuestras aceras, plazas y parques en gigantescos salones de boda,
desde el gobierno sacan pecho contándonos que con esta medida han logrado
rebajar el consumo de cigarrillos, y cifran el descenso en un 19% que es lo que
se han rebajado las ventas en los circuitos legales de distribución. En los
siete primeros meses de 2011 se han vendido 1.733 millones de cajetillas, 406
millones menos que en el mismo periodo del año anterior.
Sin embargo, ese
descenso parece no estar tan claro. Según la Unión de Asociaciones de Estanqueros de España (y
corroborado por las grandes multinacionales del sector) durante los últimos meses de 2010 y lo que
llevamos de 2011, las ventas de tabaco de contrabando se han disparado en
nuestro país, llegando, nada menos, que a un 16% los españoles que reconocen
fumar este tipo de tabaco. Concretamente, en la mitad sur de la península la
cifra llega hasta un 28% y es “curiosamente” el lugar donde más se han reducido
las ventas “legales” de cigarrillos: un 23,5%. ¿Extraña coincidencia?
Los consumidores,
y por extensión toda la sociedad, tenemos la extraña costumbre de “buscarnos la
vida” cuando el precio de un artículo sobrepasa los límites, llamémosles,
razonables. Ocurre con los carburantes (gasóleo agrícola), la música y el cine
(descargas por Internet), los libros (fotocopias masivas), el fútbol por
televisión (pirateo de tarjetas), el IVA (facturas en “B”), los impuestos
(traslado de domicilio para no pagar el de patrimonio)… ¿cómo no íbamos a
rebelarnos con el tabaco?
El Estado ha
estirado tanto la goma que empieza a romperse. En los últimos 20 años ha
multiplicado por seis los impuestos que aplica a los cigarrillos, llegándose a
pagar un 80% del precio final en impuestos. El pasado año 2010 recaudaron cerca
de 10.000 millones en impuestos sobre el tabaco.
Los españoles no
estamos dejando de fumar, lo que estamos dejando es de comprar tabaco “legal”
para decantarnos por burdas imitaciones procedentes en su mayor parte de China,
con una calidad más que dudosa y sin ningún control sanitario.
Menos ingresos y
más problemas sanitarios; es lo que se consigue con impuestos desorbitados y absurdas
leyes antitabaco que en su día sólo buscaban provocar una "cortina de humo" que hiciese pasar desapercibida la catastrófica crisis económica en la que nos han metido. Así nos va.
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