¡La que ha armado Don Ignacio Buqueras! ¡Por poco provoca una guerra con Portugal!
Pero... ¿quien es este hombre?
Ignacio Buqueras es el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España. ¿A que no sabían que existía este organismo? Yo tampoco, no se preocupen.
En un desayuno informativo en Madrid (parece que no podía hacerlo sin la comilona) Buqueras analizó una encuesta realizada a 23 embajadores españoles de países europeos sobre la cuestión horaria en aquellos estados. El objetivo, parece ser, era analizar la influencia de los horarios españoles en cuestiones laborales, escolares y familiares y en como afectan a la productividad, la convivencia y la conciliacion familiar.
Sus conclusiones (como no podía ser de otra forma) dicen que los horarios españoles no son los idóneos. Hay que reconocerlo; una mayoría de españoles se incorpora al trabajo a las nueve de la mañana, descansa dos e incluso tres horas a mediodía y no sale de su trabajo mientras haya cosas por hacer, o sea, a las siete y media, ocho o mas.
Convendrán conmigo que con ese horario, difícilmente se puede conciliar trabajo y familia. Es por ello que el señor Buqueras propone que se deberían adaptar los horarios para que el almuerzo coincidiera con la una del mediodía y la cena con las ocho de la tarde. De esa forma, los españoles podríamos adelantar nuestro ciclo vital, irnos más pronto a la cama, madrugar un poco más, parar a comer una hora escasa y salir a las cinco de la tarde del trabajo para tener, en definitiva, mucho más tiempo libre para dedicarlo a la familia, las aficiones, el cuidado de nuestro cuerpo…
Para conseguir ese horario, lo mejor, según Don Ignacio, sería retrasar una hora el horario oficial de España (tal como era hasta la posguerra) y seguir el ejemplo de Portugal, que tiene una hora menos y comparte con España situación geográfica y climatológica.
Y ahí fue donde metió la pata: un buen análisis, una buena solución y un mal desenlace; al querer poner un ejemplo de cómo sería nuestro horario oficial, nos comparó con Portugal y eso, a los españolitos que somos un tanto nacionalistas y nos creemos superiores a los habitantes del país vecino (¡qué equivocados estamos!), no nos gustó. Deberían de ver los comentarios que efectuaron los lectores de varios medios digitales españoles ante la noticia.
Fuera de la anécdota comparativa, el trabajo y las conclusiones de la Comisión son totalmente acertadas. Nos acostamos excesivamente tarde (niños incluidos). Nos levantamos con prisas, apenas desayunamos (con la importancia que ello tiene) y no nos despejamos totalmente hasta media mañana. Después paramos hasta dos y tres horas para comer, cuando son muy pocos los que se pueden ir hasta su casa a hacerlo. Y para finalizar, volvemos al trabajo a desgana, sabiendo que, hasta que logremos sacarnos las tareas acumuladas, se nos hará de noche. Luego, lo de siempre, un beso a los niños (si aun están despiertos), una cena copiosa (ideal para ir a dormir) y acostarnos a las tantas.
¿Y el tiempo para hacer deporte, aprender inglés, leer, educar a nuestros hijos, hablar con la pareja…? No existe. Se pierde por culpa de unos horarios mal estructurados.
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