Es sin duda una de las situaciones más conflictivas que se dan en cualquier hogar: la familia sentada a la mesa, se sirve el primer plato… y los niños empiezan a protestar porque contemplan con horror como en su plato aparecen esas cosas verdes que tanto odian: las verduras. Broncas, enfados, algunos gritos, castigos… en fin, la historia de siempre.
¿Cómo conseguir que nuestros hijos coman verduras sin tener que echar mano de las amenazas?
Al parecer, esta fobia infantil hacia los vegetales tiene su explicación científica: las verduras poseen altas concentraciones de calcio y glucosilonatos. Esta característica, muy presente las espinacas y acelgas, la col, la cebolla, el cardo o el brócoli, provoca un cierto sabor amargo que puede influir muy negativamente en el consumo infantil.
Investigadores de la Universidad de Granada han realizado un estudio experimental en niños menores de seis años y sus conclusiones abren una esperanza a los numerosos padres que padecen este problema.
Trabajaron una estrategia denominada “Provisión de elección” que consiste en permitir a los pequeños elegir en cada comida qué tipo de verduras deseaban tomar. 150 niños de cuatro colegios públicos granadinos fueron los “conejillos de indias” de este estudio; les dieron a elegir las verduras que querían tomar y comprobaron asombrados cómo su consumo aumentó. Y en algunos casos hasta en un ¡80%!
En cada comida tomaban (sin que nadie les obligase) un mínimo de 20 gramos más de verduras (40 al día). Y eso que su dieta estándar ya llevaba 150 gramos; una cantidad muy importante, sin duda.
Suponemos que parte de este éxito se deberá a que los niños estarían algo influenciados por lo del estudio y que después los resultados ya no serán tan espectaculares, pero, después de haberlo intentado todo, ¿qué perdemos probando esta nueva técnica?
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