lunes, 7 de julio de 2008

Impuestos no, gracias



Prácticamente todos los días leemos o escuchamos manifestaciones favorables para que nos suban los impuestos.
Unas veces es la liga antitabaco que reclama que las cajetillas sean gravadas con un 200% de más en impuestos para así conseguir que la gente deje de fumar, otras son los ecologistas pidiendo un desmesurado impuesto sobre la gasolina para que nos dejemos el vehículo en casa y no contribuyamos al cambio climático (la famosa frase de “he tenido que vender el coche para comprar gasolina”) y otras son nuestros “amigos” de la SGAE los que nos piden una “limosna” en forma de impuesto para poder subsistir “precariamente” a la piratería.

Cualquier colectivo que se precie tiene entre sus objetivos una petición para que nos impongan más impuestos, ya sean partidos políticos minoritarios, grupos ecologistas varios, asociaciones de vecinos, de comerciantes, y, si me apuran, hasta la junta parroquial del barrio.
Los ciudadanos “normales” parece que ya nos hayamos acostumbrado a tales peticiones y algunos están convencidos de la necesidad de encontrarse en sus recibos impuestos como el IVA u otros tan variopintos como depuración del agua (cuando resulta que vives aislado en el campo y bebes de tu propio pozo), recogida de basuras (y te toca llevarla personalmente al vertedero porque no hay contenedores a menos de dos kilómetros de tu casa) o el de garantía de suministro eléctrico (y hay días que cortan la luz cuatro o cinco veces).


¿Creen que pagan ustedes demasiados impuestos? Yo estoy convencido de que si. Y los números corroboran mi creencia: los españoles trabajamos 142 días anuales para pagar impuestos al estado. Lo han leído bien: ¡142 días! Si tenemos en cuenta que en la Edad Media se consideraba siervo a aquel que debía pagar más de 40 días anuales a su señor ¡ya me dirán qué somos nosotros!
Este régimen servil (esclavitud me atrevería a decir) hace que cada uno de ustedes trabaje para el estado, a jornada laboral completa, hasta el día 21 de mayo de cada año.
A partir del día 22 (deberían instaurarlo como festivo: “el día de la libertad fiscal”) usted ya puede disponer de sus salarios como estime conveniente.
Y, ¡cuidado!, ese día se va retrasando cada vez más. En 1995, la presión fiscal llegaba hasta el 30 de abril, en el 2002, ese día llegaba apenas empezado el mes de mayo, concretamente el día 5. Ahora, con datos del 2007 necesitamos muchos más días para cumplir con nuestras “obligaciones” con el estado. Está claro, cada año pagamos más impuestos. ¡Para que ahora nos venga el rey mago Solbes con los dichosos 400 euros!

¿Son necesarios los impuestos? Por supuesto que si. Las sociedades tienen que estar bien organizadas y esa organización cuesta dinero. Pero, ¿es preciso que con mis impuestos se tenga que pagar el viaje multitudinario de nuestros representantes (Casa Real incluida) a la final de la Copa de Europa de fútbol? ¿O se subvencione parte de la cabalgata del Día del Orgullo Gay? ¿O se pague un diccionario catalán – sánscrito (lengua que, por cierto, no utiliza nadie)? Y que conste que no tengo nada contra el fútbol, los gay o el sánscrito ese.
Incluso quiero ir más lejos: prefiero pagarme las medicinas que necesite antes que incrementar esa inmensa hucha que todos tenemos en la Seguridad Social y pagar cada vez que tenga que pasar por la carretera que me conduce hasta mi trabajo antes que financiar una autovía en una lejana provincia por la que no pasaré en mi vida. Pero ya sé que esto es llevar las cosas demasiado lejos.


¿Y qué ocurre en otros países? Pues parece ser que en todo el mundo están, más o menos, igual. En algunos países como Rumania, Irlanda o Estonia, terminan de pagar a finales de abril y en otros como Dinamarca o Suecia lo hacen a finales de junio. Pero claro, los servicios que después obtienen no son los mismos.
Desgraciadamente no he podido conseguir datos de Sudamérica. Tengo curiosidad, si alguien me los puede facilitar...

Que no les engañen: pagando menos impuestos no viviríamos peor sino todo lo contrario. El buen gestor no es el que recauda más sino el que aprovecha mejor los recursos de que dispone. Y todos queremos que nuestros gobernantes sean buenos gestores, ¿verdad?

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