Anda el mundo entero preocupado (sobre todo el mundo más próspero, porque los que no tienen para comer no se preocupan de estos temas) con el tan nombrado cambio climático. Los que más, auguran que nos dirigimos de cabeza hacia el fin de la civilización y los que menos, que todo son invenciones y lecturas interesadas de los datos científicos. Vamos a ponernos en el primero de los casos: la pronta llegada del Apocalipsis debido al calentamiento global. ¿Existe solución?
Hace poco, volvió el optimismo a las filas de los que abogan por la reducción de las emisiones: en la última reunión del G8, los países más ricos del planeta se pusieron de acuerdo en reducir sus emisiones de cara al lejano año 2050. Enfado por parte de los ecologistas que veían poco compromiso en el anuncio, aunque no fue nada comparado con el jarro de agua fría que recibieron al día siguiente: China e India manifestaron que no se podían comprometer ya que no pueden frenar sus respectivas economías.
Está claro que la reducción de las emisiones, si se llega a producir algún día, será un proceso largo y penoso. ¿Existe alguna otra solución?
¿Les parece una locura interferir en el clima a escala global? Ya lo creo; es lo que estamos haciendo desde hace décadas con las emisiones descontroladas de CO2. Algún “parche” habrá que encontrar y ganar tiempo para el desarrollo e implantación masiva de tecnologías bajas en Carbono.
¿Inconvenientes? Muchos. Desde la acidificación de los océanos, hasta la reducción de la capa de Ozono (aunque en poca cantidad), pasando por la eliminación del incentivo a reducir emisiones y aumentar la creencia de que somos dioses que podemos controlar a nuestra voluntad el clima de la Tierra.
¿Ventajas? Es una tecnología que nos puede hacer ganar tiempo de cara a encontrar una solución mejor: Al mismo tiempo, resultaría una medida rápida, barata y fácilmente reversible. Al mismo tiempo, cualquier país puede unilateralmente ejecutar estas medidas, sin tener que esperar a un difícil consenso internacional.
En fin, el debate está servido. El tiempo nos dirá si es necesario recurrir a la geoingeniería para poder subsistir.
Hasta ahora, la solución más socorrida ha sido la de intentar conseguir un acuerdo entre todos los países para que se reduzca la cantidad de CO2 que se emite a la atmósfera. Los primeros pasos se dieron con el protocolo de Kioto en el que se quería que los países firmantes redujeran en unos años las emisiones que tenían en el año 1990. Me cuesta reconocerlo, pero dentro de unos años, en los libros de texto, Protocolo de Kioto será sinónimo de fracaso absoluto; sólo lo firmaron la mitad de los países del planeta, quedando sin estampar su rúbrica países desarrollados (EEUU es el mayor ejemplo, aunque no el único) y otros de los llamados emergentes (China e India entre ellos). Es decir, a fecha de hoy y excluyendo a la Unión Europea, los países que más combustibles sólidos consumen. Incluso de los países que alegremente lo firmaron, la inmensa mayoría no lo van a poder cumplir (España es un buen ejemplo de ello: sobrepasamos en un 50 % nuestro límite).
Hace poco, volvió el optimismo a las filas de los que abogan por la reducción de las emisiones: en la última reunión del G8, los países más ricos del planeta se pusieron de acuerdo en reducir sus emisiones de cara al lejano año 2050. Enfado por parte de los ecologistas que veían poco compromiso en el anuncio, aunque no fue nada comparado con el jarro de agua fría que recibieron al día siguiente: China e India manifestaron que no se podían comprometer ya que no pueden frenar sus respectivas economías.
Está claro que la reducción de las emisiones, si se llega a producir algún día, será un proceso largo y penoso. ¿Existe alguna otra solución?
Esta pasada semana, visitó nuestro país, dentro de los cursos de verano de la Universidad de Comillas, William Nordhaus, uno de los economistas del cambio climático más conocidos y habló de sus propuestas para luchar contra el fenómeno. Entre todas las que enumeró, algunas imposibles y otras poco probables como él mismo reconocía, destaca la geoingeniería. ¿En qué consiste?
Se trata de alterar el clima a gran escala y de forma deliberada para conseguir que, a largo plazo, la temperatura global vaya descendiendo. Imaginen un parasol. Debajo la temperatura es inferior ya que los rayos del sol no pueden traspasar la superficie del parasol. Pues esto es lo que se pretende, que los rayos del sol no incidan globalmente en la tierra. ¿Cómo? Hay distintas posibilidades, aunque las más conocidas son el fertilizar con hierro los océanos para que absorban más CO2 y la de colocar partículas en la atmósfera que dispersen la radiación solar.
Se trata de alterar el clima a gran escala y de forma deliberada para conseguir que, a largo plazo, la temperatura global vaya descendiendo. Imaginen un parasol. Debajo la temperatura es inferior ya que los rayos del sol no pueden traspasar la superficie del parasol. Pues esto es lo que se pretende, que los rayos del sol no incidan globalmente en la tierra. ¿Cómo? Hay distintas posibilidades, aunque las más conocidas son el fertilizar con hierro los océanos para que absorban más CO2 y la de colocar partículas en la atmósfera que dispersen la radiación solar.
¿Les parece una locura interferir en el clima a escala global? Ya lo creo; es lo que estamos haciendo desde hace décadas con las emisiones descontroladas de CO2. Algún “parche” habrá que encontrar y ganar tiempo para el desarrollo e implantación masiva de tecnologías bajas en Carbono.
¿Inconvenientes? Muchos. Desde la acidificación de los océanos, hasta la reducción de la capa de Ozono (aunque en poca cantidad), pasando por la eliminación del incentivo a reducir emisiones y aumentar la creencia de que somos dioses que podemos controlar a nuestra voluntad el clima de la Tierra.
¿Ventajas? Es una tecnología que nos puede hacer ganar tiempo de cara a encontrar una solución mejor: Al mismo tiempo, resultaría una medida rápida, barata y fácilmente reversible. Al mismo tiempo, cualquier país puede unilateralmente ejecutar estas medidas, sin tener que esperar a un difícil consenso internacional.
En fin, el debate está servido. El tiempo nos dirá si es necesario recurrir a la geoingeniería para poder subsistir.
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