Se veía venir. Las costumbres de las personas no cambian de la noche a la mañana y las de los dictadores, menos todavía. Me refiero, una vez más, a las autoridades chinas y a sus Juegos Olímpicos, que están a la vuelta de la esquina.
A pesar de las promesas que efectuaron en su día sobre el respeto a la libertad de información para poder optar a ser sede olímpica, las cosas no han cambiado en la dictadura asiática. Así lo denuncia la asociación Human Rights Watch (HRW) en su estudio “Zonas prohibidas de China. El cierre del Tibet y de otras áreas sensibles a la prensa”. En él han mostrado su inquietud por el riesgo que afrontan los informadores extranjeros y chinos.
A pesar de las promesas que efectuaron en su día sobre el respeto a la libertad de información para poder optar a ser sede olímpica, las cosas no han cambiado en la dictadura asiática. Así lo denuncia la asociación Human Rights Watch (HRW) en su estudio “Zonas prohibidas de China. El cierre del Tibet y de otras áreas sensibles a la prensa”. En él han mostrado su inquietud por el riesgo que afrontan los informadores extranjeros y chinos.
La organización denuncia la expulsión y exclusión de los corresponsales extranjeros del Tibet tras las revueltas del pasado mes de marzo, así como la violación de unas regulaciones temporales que, desde comienzos del 2007, daban una mayor libertad de movimiento a los periodistas extranjeros. Se preocupan que muchas de las historias importantes que puedan ocurrir tanto en los Juegos como alrededor de ellos, no puedan ser contadas por la peligrosidad que entraña ejercer de periodista en China.
Lo único de lo que podrán hablar y escribir será de lo que les interese a las autoridades chinas y quedarán sin cubrir temas como las entrevistas a los disidentes y activistas de derechos humanos, protestas de campesinos que se desplacen a Pekín durante los Juegos en búsqueda de una salida a los abusos que se hayan cometido en su contra en sus localidades de origen, denuncias contra las diferentes censuras que tienen que padecer los habitantes del país y, resumiendo, todo aquello que no quieran que se sepa.
Los que creyesen que debido a los Juegos Olímpicos habría una relajación de las férreas costumbres y una cierta apertura hacia la democracia, se han equivocado. Sólo veremos la propaganda del régimen dictatorial, para mayor gloria y perpetuación de sus dirigentes. ¡Cómo me recuerda a las Olimpiadas de 1936, con Hitler en el palco!
En otras ocasiones, desde este mismo blog, nos hemos decantado por no promover un boicot a los Juegos. Nunca se debe mezclar política y deporte. Lo que si aconsejábamos era un boicot por parte de las autoridades de las democracias occidentales a todos los actos oficiales que llevan aparejados unos Juegos Olímpicos.
¿Creen que algún dirigente occidental va a perderse la inauguración, la clausura o los “saraos” de los quince días que dura el evento? Apuesto tres a uno a que el 95% de ellos estarán sentados al lado de los dictadores chinos. Mucho hablar de derechos humanos en las partes más recónditas del planeta para luego bajarse los pantalones delante de los dirigentes que más los violan.
El mayor error fue concederles la organización de los Juegos. A partir de ahora, a sufrir el autobombo de los dictadores comunistas chinos. Ya se encargarán ellos de que no haya ningún periodista que diga algo inconveniente.
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