jueves, 9 de julio de 2009

Medidas extremas contra la crisis: ¡Socorroooo…..!

Faltan pocos días para que se cumplan dos años desde que empezó la peor crisis económica desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

A mitad de agosto (en plena época vacacional; ¡qué mal gusto tuvieron!), empezaron a bombardearnos con noticias que hablaban de un tipo de hipotecas totalmente desconocido para los españoles: las “subprime”. Desde entonces, la dichosa palabreja ha entrado a formar parte de nuestro vocabulario.
Debido al impago de este tipo de hipotecas, quebraron varios fondos de inversión de los Estados Unidos y en cuestión de horas el pánico financiero se transmitió como la pólvora, materializándose en fuertes caídas bursátiles y la congelación del mercado interbancario. Muy pocos se dieron cuenta entonces que acababa de estallar una crisis crediticia que ha provocado quiebras de bancos, contracción sin precedentes del crédito, recesión, paro y deflación.

Antes del verano de 2007, casi nadie habría creído que en cuestión de meses, los bancos centrales inyectarían billones de dólares a los grandes bancos del planeta; que estas mismas autoridades se convertirían prácticamente en el único prestamista del sistema financiero; que en un intento desesperado por reactivar el mercado crediticio, bajarían los tipos de interés a tasas que rondan el 0%; que, siendo esto inútil, abogarían por “medidas no convencionales”, consistentes en comprar cualquier tipo de deuda que saliera al mercado (empresarial, bancaria y pública); que las grandes potencias económicas rescatarían e, incluso, nacionalizarían bancos y empresas...
Pura ciencia ficción si nos lo hubiesen dicho a principios de ese año. Y, sin embargo, todo lo anterior ha acontecido. Pero la crisis continúa. Las medidas extraordinarias de los bancos centrales no han funcionado.

A pesar de haber fracasado en todas sus predicciones y no haber dado con la solución en estos dos años, las llamadas “voces autorizadas” en materia económica (es decir, economistas prestigiosos y directivos de los bancos centrales) no cesan de ofrecernos sus “sabios” consejos. De acuerdo en que me puedo considerar poco entendido en la materia, pero lo que propone más de uno consigue ponerme los pelos de punta.
Les pongo algunos ejemplos:

Gregory Mankiw, prestigioso profesor de Harvard y autor de manuales sobradamente conocidos por los estudiantes de Económicas. El pasado abril, dicho académico abrazó una polémica propuesta, consistente en celebrar una especie de tómbola monetaria, eliminando dólares por sorteo para estimular el consumo (ya saben: si se eliminan todos los billetes terminados en cero, por ejemplo, o te los gastas o los pierdes al mismo tiempo que se provoca una inflación bestial).
La idea, pese a ser surrealista, recibió el apoyo del Premio Nobel de Economía (y asesor de cámara de nuestro presidente Zapatero), Paul Krugman. Ambos coinciden en la necesidad de aplicar un tipo de interés negativo con el fin de que los ciudadanos se desprendan de su dinero. Un efecto similar al que se produce cuando existe elevada inflación.

No es la primera vez que a Krugman se le ocurren ideas “geniales”. En 2002, recomendó al entonces presidente de la Reserva Federal (FED), Alan Greenspan, crear una gran burbuja inmobiliaria para combatir la recesión económica que vivía EEUU tras el estallido de la burbuja de las puntocom. No se si gracias a sus recomendaciones, la burbuja inmobiliaria se creó (y no sólo en Estados Unidos), se pinchó... y así nos ha ido a todos.

Kenneth Rogoff, ex economista del Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó hace poco tiempo que la receta ideal para combatir la crisis, aliviar el pago de la deuda y animar el consumo es ¡crear una inflación elevada! Ya saben lo que provoca la inflación: pérdida del poder adquisitivo. Pero claro, como al señor Rogoff no le falta de ná...

El banco central de Suecia, ha puesto en marcha una medida inédita, consistente en aplicar un tipo de depósito negativo (-0,25%) para que los bancos se vean obligados a prestarse dinero en el interbancario. Normalmente, los bancos ingresan el dinero que les sobra (en operaciones a un día) en el banco central. De esta forma, será preferible dejárselo a cualquier otro banco antes que perder dinero metiéndolo en el banco central.
Puede que haga que el dinero se mueva más, pero el peligro que conlleva dejar dinero a entidades poco solventes...

Por último, Willem Buiter, profesor de la London School of Economics igualmente aboga por aplicar tipos de interés negativos. La cuestión es, ¿cómo?
Propone tres medidas: abolir el dinero en metálico, aplicar un impuesto al dinero en circulación, o bien crear una moneda paralela a la oficial. La aplicación de alguno de estos mecanismos sería como contar con un tipo de interés nominal negativo. Es decir, incentivaría el consumo por parte de los ciudadanos ya que, en caso de no desprenderse de su dinero, perderían poder adquisitivo.

No se a ustedes, pero a mí, la primera medida –abolir el dinero en metálico- me llena de preocupación. Se lo explico: no tendríamos monedas ni billetes, es decir, todo lo pagaríamos con tarjeta de crédito u otro mecanismo (teléfono móvil, por ejemplo) y tendríamos todo nuestro dinero en el banco. ¿Qué podría ocurrir? Pues que el estado decidiera aplicar un interés negativo a los ahorros. Con billetes en circulación, todos correríamos a sacar nuestro dinero del banco puesto que al día siguiente valdría menos. Pero sin billetes, la única salida sería echar mano de la tarjeta de crédito y comprar lo que fuese con todo nuestro dinero.

Sí, de acuerdo, se reactivaría el comercio, pero a costa de que todos perdiésemos nuestros ahorros. A partir de ahí, el único que tendría el dinero para invertir (con el consiguiente poder) sería el estado. ¿Les suena de algo? Efectivamente; una auténtica economía comunista.
Espero que salgamos pronto de esta crisis y no se caiga en la tentación de seguir alguna de las recomendaciones que les he descrito.

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