martes, 22 de septiembre de 2009

El viaje de “la bestia”: crónica de la insolidaridad

Se estrena estos días la película mexicana “Sin nombre”, producida por los actores Diego Luna y Gael García Bernal. El director y guionista Cary Fukunaga retrata en la película la historia de Sayra, una muchacha hondureña que emigra de su país para alcanzar su sueño dorado: llegar a los Estados Unidos. En el camino, Sayra se cruza con 'El Casper', un joven mexicano que está huyendo de su pandilla (los sanguinarios Mara Salvatrucha). A partir de ahí, ambos deberán de confiar el uno del otro para poder llegar a su destino. Durante su viaje, tomarán en repetidas ocasiones “La bestia” o “El tren de la muerte”.



¿Qué es “La bestia”?
Así llaman los centroamericanos al tren o más específicamente, al sistema de trenes, que usan para llegar a la frontera de México con Estados Unidos. Para entender de qué se trata, nada mejor que visionar el documental de Pedro Ulteras titulado así, “La bestia”.

En su búsqueda por el sueño americano miles de centroamericanos atraviesan durante tres semanas México de manera ilegal montados en los techos de trenes de carga para llegar a la frontera con Estados Unidos. Sin embargo, muchos de ellos no llegan a su destino y del resto, la mayoría quedan marcados de por vida debido al infernal viaje.
Se abusa del inmigrante a todos los niveles, desde las autoridades locales corruptas hasta los cárteles de la droga, pasando por militares, policías, pandilleros...
Los maquinistas de los trenes detienen éstos en las montañas para que los asaltantes puedan subir. Luego les roban su dinero, sus pertenencias y cuando ya no les queda nada, les secuestran y extorsionan para que sus familiares paguen un rescate por ellos.
Un tren puede transportar en su techo entre 1.000 y 1.500 inmigrantes y, de los que logran huir de los grupos organizados, muchos no llegan a su destino puesto que se caen del tren por cansancio y se mueren o pierden un brazo o una pierna.

Al llegar a la frontera, aun les esperan los abusos de las autoridades de inmigración estadounidenses que pueden acabar, en el mejor de los casos, con su deportación al país de origen. Un auténtico infierno en la tierra.

¿Hasta cuando se permitirá este genocidio?
La inmigración es una de las lacras de nuestro siglo. ¿Todavía hay alguien que piense que estas personas abandonan su hogar, su familia, sus amigos, su cultura... por simple capricho? Lo hacen por necesidad; por simple instinto de supervivencia y las autoridades de Estados Unidos (y de todos los países ricos) les niegan la única salida que les queda. Si se permitiese la entrada legal a todos estos inmigrantes ¿existiría toda esta corrupción?. Y lo más importante: ¿morirían tantas personas? Les aseguro que no. ¿Cómo podemos quedarnos impasibles ante la muerte de nuestros semejantes?

Todo esto, como ustedes ya conocen, no sólo ocurre en las fronteras de Estados Unidos. En Europa (y aquí en España tenemos buenos ejemplos de ello) se suceden las tragedias un día si y otro también. La última el pasado fin de semana, junto al, famoso en otro tiempo, Islote de Perejil. Medio centenar de inmigrantes subsaharianos perdieron la vida al volcar la patera en la que intentaban llegar a las costas españolas. Sólo once supervivientes que fueron entregados a las autoridades marroquíes para que, posteriormente, éstos los abandonasen en la frontera con Argelia, en medio del desierto (otro acto de humanidad de nuestros “hermanos” marroquíes).

Se calcula que desde que se encontraron en 1988 los primeros inmigrantes ahogados en la playa de Los Lances en Tarifa, más de 18.000 personas han perdido la vida en el arriesgado viaje en patera hasta nuestras costas.
Las denuncias de las ONG Solidaridad Directa y Algeciras Acoge no han servido, de momento, para sensibilizar a la población ante este drama.
Al igual que en el caso de los Estados Unidos, ¿hasta cuando la Unión Europea permitirá este genocidio?

Muchos dirán que todos los inmigrantes no pueden venir; que no cabríamos todos. Y llevan razón. Pero la solución no pasa por prohibirles la entrada, sino por conseguir que no les haga falta venir al primer mundo para vivir decentemente.
Las autoridades de los países ricos saben como conseguirlo. No les quepa la menor duda.

1 comentario:

arc dijo...

Un emigrante viaja a otro país por egoísmo: para mejorar su propia vida (cómo mucho la de su familia que considera como algo propio). Los habitantes del primer mundo están en contra de la inmigración masiva por egoísmo: porque quieren mantener su mejor nivel de vida. Todos son iguales. A veces me pregunto cómo sería el mundo si todos los emigrantes ilegales se unieran con la intención de mejorar sus países y no sólo sus vidas.