miércoles, 19 de mayo de 2010

Monumentos en las rotondas: otro “negocio” para nuestros políticos.



Últimamente proliferan como hongos en otoño unos mal llamados monumentos en las numerosas rotondas de nueva creación de nuestras ciudades y polígonos industriales. Realmente, aunque los denominan monumentos de arte abstracto, no pasan de ser cuatro hierros retorcidos unidos, en algunos casos, por unos ladrillos desvencijados. ¿Los han visto? ¿Tienen alguno en sus ciudades? Seguro que si.



Tengo que reconocer que no soy un gran entendido en arte y ante el trance de pasar por un bárbaro inculto ante mis amistades, no osaba comentar lo feas que me parecían. Pero no. No era que yo tuviera mal ojo para el arte. La realidad es que las esculturas son más feas que pegarle a un padre; no hay por donde cogerlas.

La explicación a estos “horrores” hay que buscarla en una ley aprobada hace 25 años, en la época en que comandaba el país Felipe González. Concretamente, la ley es la 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Ésta establece “la obligación de destinar en los contratos de obras públicas una partida de al menos el 1% a trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español o al fomento de la creatividad artística, con preferencia en la propia obra o en su inmediato entorno”.

Quien gestiona todo este entramado es el Ministerio de Cultura. El alcalde de turno debe especificar al Ministerio el proyecto, el importe del mismo, justificar la titularidad pública del monumento en cuestión, señalar el grado de protección que se le adjudicará y especificar si existe cofinanciación, bien de otras administraciones públicas o bien de un particular generoso.


Si el Ministerio da su visto bueno (cosa que ocurre en prácticamente la totalidad de las ocasiones), el alcalde encarga formalmente la obra al “artista” y adjudica la obra civil. Aquí es donde llega el negocio: se llama a un amigo, éste monta su “ferralla” en la rotonda, se la bautiza con un nombre poético alusivo a la ciudad a la que pertenezca, sea cual sea el presupuesto adjudicado se divide por dos... y todos contentos.

Un inciso: estamos hablando de alcaldes, pero no sólo los ayuntamientos son los beneficiarios de estas “subvenciones a fondo perdido”; también se pueden aprovechar de ellas las comunidades autónomas, las diputaciones forales y provinciales, los consejos y cabildos insulares, las universidades públicas e, incluso, el propio Estado Central.


No todas las obras están incluidas; sólo se pueden beneficiar de este 1% aquellas cuyo presupuesto sobrepase los 601.000 euros. Imaginen todas las obras públicas que se han efectuado en los últimos 25 años que hayan superado esos 100 millones de las antiguas pesetas y empezarán a comprender porque existe tanto “monumento abstracto” poblando las rotondas y esquinas de nuestras ciudades.
Por cierto, no se si habrán caído en el detalle, pero con estas cifras que hemos expuesto, el monumento más “económico” que podemos encontrar supera los 6.000 euros, ¡un millón de pesetas! Como pueden comprobar, el “arte” es caro.

Aquí les hemos traído algunos ejemplos, pero pueden ver muchos más en la siguiente página de esradio. Incluso podrán votar por la que más les guste.

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