¿Por qué no cae bien la Guardia Civil?

Como ya sabrán, estos días se está celebrando la edición anual de la Vuelta Ciclista a España. Deporte, espectáculo, emoción... Las carreteras de toda España se llenan de aficionados ávidos por contemplar el paso de la mayoría de los mejores ciclistas del mundo.

Este domingo, la carrera circulaba por las carreteras de montaña del norte de la provincia de Alicante. Después del paso de todos los ciclistas y de la correspondiente caravana de coches, motos y furgonetas que la siguen, un hecho acaparó la atención de todos los presentes. Justo en la salida de la carretera que pasa por encima de las compuertas de un embalse y en la entrada de un pequeño camino rural, se detuvieron dos motocicletas de la Guardia Civil de Tráfico que acompañaban a la competición. Uno de los agentes se adentró por el camino (supongo que a hacer sus necesidades, que también tienen derecho) y, en el momento en que volvía, justo cuando su compañero arrancaba para seguir con su trabajo, echó un trago de agua del botellín de plástico que llevaba encima y tiró el envase en la cuneta, junto con decenas de envases que ya ensuciaban el paraje.

Al contemplarlo, un señor algo mayor le recriminó el acto y le dijo que como representante de la autoridad, debería ser el primero que diese ejemplo de civismo y que aunque ya hubiese numerosos envases en la cuneta, él no debería de hacerlo. El agente, sorprendido, tardó algo en reaccionar. Después se acercó a la cuneta, cogió su envase y otros tres más y le dijo que con ese acto demostraba su civismo porque estaba ayudando a limpiar el medio ambiente.

Durante un par de minutos estuvieron intercambiando frases. El señor le acusaba de que si no le hubiese dicho nada, se habría dejado el botellín y el agente se defendía diciendo que si no perteneciese a la Guardia Civil de Tráfico, no le habría dicho nada; que se estaba vengando de alguna mala experiencia anterior con algún compañero.
La tirantez entre ambos era patente, pero no pasó a mayores debido al buen lenguaje que empleó el señor, a que el agente estuvo educado (si no con el volumen empleado si en las palabras usadas) y a la presencia de veinte o veinticinco personas (entre ellas varios niños) que se acercaron para ver lo que ocurría.

Dos consideraciones rápidas: la primera es que si incluso un agente de la Guardia Civil tira los envases al lado de la carretera... mal vamos. Nos pasa a todos: vemos un vertedero ilegal y ya parece que no importe tirar allí los desperdicios. Pero la realidad es que si importa. Y mucho. Mentalicémonos que el cuidado del medio ambiente es cosa de todos.

La segunda es la actitud en general del pueblo español ante los agentes de la Guardia Civil. Esta claro que tenía razón el agente pillado in fraganti: si el botellín lo hubiese tirado cualquier otro ciudadano, el señor que le recriminó no hubiera dicho nada. Se aprovechó de las circunstancias (sorpresa del agente, cantidad de personas alrededor) para dejarlo en evidencia.

¿Lo hizo a propósito? No tengo la menor duda. El cariño que sienten los españoles hacia la Guardia Civil y en especial hacia su sección de Tráfico, es más bien escaso, a pesar de que desde los medios de comunicación se empeñen en decirnos lo contrario. Son ya demasiados años en los que los ciudadanos perciben que los agentes entorpecen más que facilitan la labor de los conductores. Muchos años padeciendo sus tretas para colocarnos sanciones mientras en puntos conflictivos brillan por su ausencia. Demasiado tiempo sufriendo su exceso (que no abuso) de autoridad y sus actitudes que, en ocasiones, se confunden con la chulería.

Su manía por ser “el coco” que todos deben respetar, si no temer, les ha llevado a conseguir una aceptación mínima entre la población. ¿Cuántos de ustedes, al tener un problema, acudirían antes a la Guardia Civil que a la Policía Nacional?
El botellín, efectivamente, era lo de menos. Lo importante fue su actitud.