domingo, 14 de marzo de 2010

¿A quién se le ocurrió inventar el IPC? (o índice Laspeyres)

Nos trae de cabeza y todo el mundo habla de él.
Si sube demasiado, todo se encarece... y somos más pobres, si baja (extraño pero posible) provoca deflación, detrae el consumo... y somos más pobres. Haga lo que haga, el IPC es nuestro enemigo. Pero, ¿quién fue el inventor de tan macabra estadística?


El “culpable” fue un alemán con antepasados franceses, Etienne Laspeyres (en 1696 sus antepasados tuvieron que huir de Francia ya que eran protestantes (hugonotes) y como tales eran considerados infieles). Nació en la localidad de Halle. Estudió derecho y finanzas públicas, y más tarde fue profesor de numerosas universidades. Aunque la estadística ya existía como una parte de la economía, Laspeyres creó el primer seminario de estadística en Alemania, y suya es la idea de crear un año base sobre el que se calcula el aumento de precios cada año.
Desde entonces, casi todos los países del mundo usan su método para calcular la inflación, o índice Laspeyres.

La forma de calcularlo es laboriosa pero sencilla. Se recorren tiendas, comercios y mercados todos los meses, se recogen los precios, se apuntan y se comparan con los del mes anterior. Los precios que se recogen no son los de todos los artículos sino sólo de aquellos de consumo más común: alimentos básicos, ropa, menaje del hogar, electrodomésticos, teléfonos, gasolinas, etc. así como algunos servicios como reparaciones o servicios profesionales, por poner un par de ejemplos. Para hacer más real esta “cesta de productos”, cada uno de ellos tiene un peso en el índice (llamado ponderación), dándoles más importancia a unos que a otros. Resulta lógico: pan o fruta comemos todos los días, en cambio, un teléfono móvil lo cambiamos cada dos o tres años.

Cada mes se recogen unos 200.000 precios en cientos de municipios y cada cierto tiempo, el Instituto Nacional de Estadística actualiza los artículos que forman parte del índice para eliminar productos obsoletos, e incluir nuevos gastos. Por ejemplo, hace unos cuantos años no existían tarifas de Internet o de telefonía móvil y ahora tienen una gran importancia para nuestros bolsillos.
A mediados de cada mes, se publica el índice correspondiente del mes anterior.


¿Qué influencia tiene el IPC en nuestras vidas? Mucha. Gracias (o por culpa, como prefieran) a él, se toman decisiones económicas de suma importancia. Los bancos centrales modifican los tipos de interés: al alza si el IPC es alto y así “enfriar” la economía o a la baja si el índice es bajo para conseguir dinamizar la actividad. Esto repercute en el tipo de interés que todos tenemos que pagar por nuestras hipotecas o préstamos personales. También, tomando como base el índice, se firman los salarios de los convenios colectivos, se actualizan las pensiones, se aumentan los precios de los servicios básicos (electricidad, gas, agua…) o se incrementan los impuestos.

¿Es malo que suba? Sin duda. La elevada inflación nos hace a todos un poco más pobres pero, ¡cuidado!, tampoco es bueno que baje puesto que provoca deflación y ésta produce contracción en el consumo (¿para qué va a comprar usted un televisor si dentro de tres meses estará más barato y dentro de seis aun más?) y más crisis. Según los expertos (Jean Claude Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, entre ellos), lo ideal sería que el IPC aumentase anualmente entre un 0 un 2%.


Tal como diría nuestro amigo y lector René, el IPC no sirve para que vivamos mejor. Sin duda. Pero hay que tenerlo muy en cuenta para no vivir peor. Que ya es bastante.

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