La extrema pobreza de los países del tercer mundo y el problema de la emigración en los países industrializados van íntimamente cogidos de la mano.
Resulta lógico que cuando una persona no tiene forma de subsistir en su país de origen, huya de allí y busque otras alternativas en lugares en los que, aun siendo pobre, al menos tenga algo que echarse a la boca.
Esto trae consigo otro tipo de problemas en los países a los que va a parar toda esta gente desesperada. Mientras el ciclo económico va viento en popa, estas personas son generalmente bien acogidas en los países desarrollados, pero a la mínima que se tuercen las cosas (y ahora se han torcido, y mucho) la población autóctona empieza a recelar de la emigración y surgen los problemas: se les acusa de apropiarse de los puestos de trabajo, de llevarse todas las ayudas sociales (becas, viviendas protegidas...), de colapsar los servicios sanitarios y educativos, de provocar un aumento de la delincuencia...
Pronto la percepción social cambia y lo que empiezan siendo quejas muy localizadas, se transforman en grandes manifestaciones contrarias a la emigración, conatos de racismo y, Dios quiera que no llegue, violencia interracial.
Soy de la opinión de que no se le deben cerrar las puertas de un país a cualquier persona que quiera entrar en él (excepto a los delincuentes, por supuesto), pero ya ha quedado ampliamente demostrado que el famoso “papeles para todos”, no funciona.
La solución, obviamente, sería conseguir que estas personas necesitadas pudiesen encontrar en sus países la prosperidad que buscan emigrando. Como ellos no tienen el suficiente dinero, gobiernos y empresas occidentales tendrían que invertir allí creando un tejido económico que diese trabajo a todos los que lo busquen, pero, ¿quién es el inconsciente que se atreve a arriesgar el capital en un país donde brillan por su ausencia las mínimas normas que garanticen la inversión, dónde el marco jurídico es inexistente y el dictador de turno hoy puede ser su amigo y mañana darles una puñalada por la espalda?
Paul Romer, experto en crecimiento económico de la Universidad de Stanford, propone las ciudades charter como alternativa a la ayuda externa.
¿En qué consisten estas ciudades?
Una ciudad charter es una nueva ciudad creada en territorio deshabitado de un país pobre. El gobierno de ese hipotético país invitaría a un Estado occidental a administrar una zona deshabitada fiel a unos estatutos previamente acordados. Personas de ese país pobre y de otras partes del mundo se desplazarían para trabajar y vivir en la ciudad emergente.
Las normas de la nueva urbe crearían oportunidades laborales y de inversión, y el hecho de ubicarse en territorio antes deshabitado garantizaría que todos sus residentes han elegido vivir allí con pleno conocimiento de sus normas. Se les ofrecerían viviendas de bajo coste, trabajo, un ambiente seguro y normas más eficientes.
El gobierno de esta ciudad charter quedaría en manos de un órgano compuesto por el país “rico”, por el “pobre” y por los propios habitantes de la nueva ciudad.
La combinación de capital abundante, mano de obra barata e ilusionada, terrenos a precio de saldo y normativa jurídica adaptada y segura, propiciaría un éxito económico prácticamente asegurado.
Un ejemplo de todo esto (aunque no nació de un acuerdo entre ambos países) podría ser la ciudad de Hong Kong: China proporcionaba la tierra y la gente, y el Reino Unido las normas para una economía de mercado y una convivencia ordenada. Pero hay otros muchos ejemplos de zonas económicas libres o zonas francas:
- El Dubai International Financial Centre se rige por leyes distintas a las del resto del emirato,
- En Corea del Sur operan varias zonas, entre las que destaca Songdo City, una ciudad de seis kilómetros cuadrados con rascacielos de oficinas, aeropuerto, puerto, residencias y parques. Este distrito de negocios internacional tendrá capacidad para 300.000 personas durante el día y estará en marcha hacia el año 2015.
- Abu Dhabi también está desarrollando un proyecto similar: Masdar City, una ciudad de negocios que dependerá exclusivamente de energías renovables y no emitirá contaminación.
También existen proyectos que abogan por la creación de plataformas o ciudades en alta mar, fuera de la jurisdicción de otros países, abiertas a la incorporación de familias y empresas que acepten las normas de la comunidad.
La solución a la pobreza del tercer mundo y a la emigración en los países más desarrollados tiene que ser imaginativa. Nuestros gobiernos deben experimentar nuevas fórmulas para acabar con este problema y olvidar la demagogia para siempre. Esto no se soluciona “aconsejando” a los emigrantes que se olviden durante un tiempo de venir hacia nuestros países, ¿verdad Sr. Corbacho?
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