miércoles, 17 de marzo de 2010

¿Presidente o presidenta? Eso no es igualdad, doña Bibiana



Esta mañana, en el Congreso de los Diputados, Bibiana Aido, Ministra de Igualdad, ha apostado porque la tradición intelectual del feminismo, los estudios de género y la igualdad ocupen un lugar en la formación troncal de los estudiantes universitarios.

Tengo la seguridad de que más de uno pensará: ¡cuánto tiempo libre tiene esta señora para poder pensar estas cosas! ¿Será esto la versión universitaria de “educación para la ciudadanía”? Si feminismo y machismo son contrarios a la igualdad, ¿por qué fomentar el feminismo desde el Ministerio de Igualdad?
Supongamos que, al final, esta iniciativa desemboca en una nueva carrera universitaria, ¿para que servirá? ¿Tendrá utilidad para sacar a España de la crisis?

El Ministerio de Igualdad nos cuesta a todos los españoles un ojo de la cara. Pero lo peor de todo no es su coste económico sino la sensación de que ese dinero se está desperdiciando.
Aparte de la polémica ley del aborto, este ministerio se caracteriza por defender unas propuestas (según dicen ellos) encaminadas a lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Pondremos el ejemplo de un par de ellas.

Tenemos la famosa ley de paridad en las listas electorales (que también quieren exportar a otros ámbitos de la vida pública y a empresas privadas). Según la ley, un 50% de las listas tienen que estar compuestas por mujeres y otro 50% por hombres. ¿Y por qué no puede superarse ese porcentaje si hay más mujeres que lo merecen?
Los trabajos y los cargos políticos no pueden ocuparse por cupos sino por capacidades; las mujeres que valen (y son muchas) no los necesitan: los consiguen por si mismas.
El ejemplo lo ha puesto la Ministra esta misma mañana: a fecha de hoy, en la universidad el 54% de los estudiantes son mujeres y un 61% de ellas consiguieron concluir con éxito sus estudios universitarios, algo que no había ocurrido nunca en la historia de la universidad española. Como habrán comprobado, superan el 50% impuesto por la ley.


Otro tema que está de moda son las patadas que políticos, sindicalistas y, últimamente, periodistas le dan a la Gramática de la Lengua Española. Hoy me he encontrado en la bandeja de entrada con un correo que lo resume con claridad (desgraciadamente, no aparece el autor):

“En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".
¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta".

Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el violinisto, el masajisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío y, sobre todo, ¡el machisto!”


Y las cosas se les complican: ayer apareció la noticia en la prensa de que el gobierno australiano ha reconocido a una persona como “sexo neutro” al no poder asegurar si se trataba de un hombre o de una mujer. ¿Y ahora que hacemos, Bibiana? ¿Creamos un tercer cupo? ¿Otra carrera universitaria? Si se dedican a la medicina, ¿cómo los llamamos: médicos, médicas, médicus…?

Cuando leo noticias como la de hoy, siempre recuerdo una frase del célebre Groucho Marx: “Puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar: es realmente un idiota”.

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