Escuchaba ayer una tertulia en un programa de televisión en la que se afirmaba que tanto el caso Garzón, la trama Gürtel o el Estatuto de Cataluña eclipsaban a la crisis económica en las conversaciones diarias que los españoles manteníamos en las calles, en el trabajo (el que lo tenga) o en las barras de los bares.
No es por llevarles la contraria, pero creo que están muy, pero que muy equivocados.
Después de cuatro años de discusiones constitucionales, el Estatuto de Cataluña preocupa tanto a los españoles como la pesca del cangrejo de río en Australia. O sea, nada. Que los políticos de aquella región desacrediten al máximo órgano judicial de nuestro país con tal de ganar unos pocos votos para mantenerse en el poder o para recuperarlo, nos trae sin cuidado.
Respecto a Gürtel, desgraciadamente, los españoles nos hemos acostumbrado a convivir con la corrupción política a lo largo de varias décadas y por mucho que le pongan un rimbombante nombre alemán a la desfachatez de unos cuantos caraduras, los votantes apenas prestan atención a estas corruptelas. Ejemplos de mandatarios sospechosos de corrupción reelegidos en las siguientes votaciones a las que se han presentado hay muchos y de distinta tendencia política. Que lance la primera piedra el mandatario que no haya aceptado nunca un regalo de una empresa privada.
Y en cuanto al caso del juez Garzón, si no se hubiesen echado a la calle los artistas “de la ceja” y los Sindicatos Españoles no hubieran organizado algarabías semifestivas en las Universidades Públicas, habría pasado completamente inadvertido. Nos importa muy poco que a un juez que está imputado por extralimitarse en sus funciones, por aceptar “donaciones” de un banco al que luego sobreseyó un juicio y por saltarse a la torera los derechos de los detenidos grabando las conversaciones que mantenían en los calabozos con sus abogados, le impongan una sanción que le aparte de por vida de la carrera judicial. Si en el juicio al que le someterá el Tribunal Supremo resulta culpable, él se lo habrá buscado.
En resumen, el mundo de la política “nos la trae floja” (y perdón por la expresión). Lo que nos importa verdaderamente a los españoles son otras cuestiones. Les pongo unos ejemplos (sólo de lo que hoy se puede leer en la prensa):
- La deuda pública en España ha aumentado un 30% durante el 2009, hasta alcanzar los 560.000 millones de euros, lo que supone 12.000 euros (dos millones de pesetas) por habitante.
- El vicepresidente del Banco Central Europeo, Lucas Papademos, ha puesto a España como ejemplo de deterioro fiscal, junto con Grecia e Irlanda.
- El déficit trimestral del Estado casi se duplica en un año, pasando de los 4.800 millones de euros que acumulaba al finalizar marzo de 2009 a los 8.900 millones de 2010.
- El Tesoro Público ha tenido que aumentar en un 50% el tipo de interés de las letras a seis meses para poder colocarlas en el mercado (del 0,48% al 0,73%). Ahora ya tiene que pagar un 30% más que el Tesoro Alemán por la deuda emitida.
Todas estas cuestiones son las que nos preocupan a los españoles, aunque, a riesgo de sintetizar demasiado, se pueden resumir en una:
- La tasa de paro se ha situado al finalizar el primer trimestre de 2010 en el 20,05% de la población activa. Los Sindicatos (Toxo y Méndez) no ven sorpresas en el dato aunque lo observan con “preocupación”.
Verdaderamente esto es lo que nos alerta: que los Sindicatos organicen una manifestación y un encierro para defender a Garzón y no hagan nada de todo esto para defender a los casi 5 millones de parados que hay en España, que las Universidades Públicas presten sus instalaciones para que se encierren los partidarios del “juez estrella” en lugar de cumplir con sus obligaciones educativas, que los medios de comunicación dediquen sus portadas a estos temas y se olviden del drama que están pasando muchas familias españolas y que nuestros políticos pierdan el tiempo lanzándose acusaciones mutuas de corrupción y no muevan ni un dedo para sacar a España de la difícil situación en la que se encuentra.
De eso hablamos los españoles en los bares. Por mucho que nos quieran ahogar con sus cortinas de humo.
1 comentario:
Ole, ole y ole.
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