En un principio, quería titular el post “La crisis económica afecta a la tercera edad”, pero es que a mi, eso de la “tercera edad” no me gusta en absoluto. Me parece despectivo. No sé, como si estuviésemos comparando a nuestros jubilados con el “tercer mundo”, con todo lo que ello conlleva.
Aparte, ¿por qué se empeñan en catalogar a los mayores de 65 años como integrantes de la “tercera edad”? Conozco a muchos que le darían mil patadas a jóvenes de 25 ó 30 años, tanto físicamente como en capacidad intelectual.
Aparte, ¿por qué se empeñan en catalogar a los mayores de 65 años como integrantes de la “tercera edad”? Conozco a muchos que le darían mil patadas a jóvenes de 25 ó 30 años, tanto físicamente como en capacidad intelectual.
Es por ello que prefiero llamarlos jubilados... porque eso si que es cierto: a partir de los 65 años, el 95 % de los trabajadores se jubilan.
Bueno, esa es la teoría, porque en la práctica no es así. Vivimos en una sociedad que considera que a partir de los 40 años, un trabajador ya está en declive (y aun más en la actualidad con la inmensa crisis que padecemos). Pocas son las empresas que a la hora de ofertar un empleo, permiten que se presenten a la convocatoria personas que superen esa edad. Todo un lujo: sobrevaloran la teoría para menospreciar la experiencia. Pero bueno, desde aquí tampoco los haremos cambiar de opinión.
Esta medio-jubilación que sufren los mayores de 40 y 50 años, tiene unas consecuencias: los trabajadores, temerosos de que su empresa en la actual crisis se decida a desprenderse de ellos y ante la imposibilidad de encontrar luego un nuevo trabajo, se vuelven locos por dejar de sufrir y se acogen, a la mínima ocasión, al proceso de prejubilación.
A pesar de que no dejan de publicarse informes que pronostican un aumento en la edad de jubilación, lo cierto es que durante los meses de enero y mayo de este año, el número de jubilaciones se ha disparado en España un 34%. Ello no es debido a que hayan alcanzado los 65 años un tercio más de personas que el año anterior, sino al aumento de las prejubilaciones.
Es decir, la crisis está trayendo más jubilados y menos ingresos a las arcas del estado: ¿habrá dinero para pagar las pensiones en el futuro?
El gobierno afirma que las pensiones están aseguradas durante al menos 10 ó 15 años (y ya sabemos todos que nuestro gobierno peca por ser demasiado optimista).
¿Que pasará luego? El tiempo nos lo dirá, pero, por si acaso, si usted está todavía en activo y no tiene contratado un plan de pensiones... no tarde en hacerlo. Y si ya está jubilado, reserve parte de sus ahorros para poder subsistir en un futuro no muy lejano.
Cuando empezó esta crisis, desde todos los organismos nos alentaban a que consumiésemos más para evitar que entrásemos en la depresión económica. Poco caso les hizo la ciudadanía. Pero sobre todo, se hacía hincapié en que dos sectores no tenían que tener ningún miedo a la crisis: los funcionarios y los jubilados, ya que tenían asegurados sus ingresos. En el primer caso (y salvo contadas excepciones) así era, pero en el caso de los jubilados, la cosa no está tan clara. Aparte de los problemas mencionados anteriormente, se ha sumado uno nuevo: los hijos.
Lo normal es que cuando los hijos se hacen mayores, se independicen de sus padres y monten su propio hogar. Pero si esto, antes de la crisis, ya pasaba cuando los hijos eran talluditos, ahora se ha alargado el plazo e incluso se dan casos en los que no lo abandonan nunca. Los padres llegan a jubilarse con sus hijos viviendo con ellos. Y encima, en el paro.
Han pasado de ser trabajadores con un sueldo decente y con los hijos ganándose un jornal a ser jubilados con una pensión escasa y teniendo que mantener a sus hijos en paro. Muchos de ellos están echando mano a los ahorros de toda la vida y éstos, empiezan a escasear.
Pero aunque parezca grave esta situación, no es la peor. Están aumentando de forma preocupante los jubilados que tienen que abandonar su hogar en propiedad para irse a vivir de alquiler. ¿Por qué? Sencillo. Sus hijos se independizaron, salieron de casa y, confiados por la boyante situación económica, se compraron una vivienda, la amueblaron y adquirieron un vehículo. Los avalistas, ya saben quienes eran... los padres. Con la llegada de la crisis, los hijos pierden el trabajo, pronto dejan de pagar la cuota de los prestamos, los bancos echan mano de la vivienda y se tienen que volver al hogar paterno.
Pero, ¿qué ocurre cuando esa vivienda no cubre todas las deudas? Los bancos, sin pestañear, le exigen el pago de la deuda a los avalistas. Un jubilado no suele tener ahorros como para pagar todas las deudas de sus hijos, así que la única forma de hacerlo es dejando que el banco les embargue el piso de su propiedad.
Se cuentan por cientos los jubilados que se han tenido que ir a vivir de alquiler... y compartirlo con sus hijos, nueras, yernos y nietos. Además, a muchos de ellos no les queda más remedio que acudir a instituciones benéficas para poder comer.
Todo un golpe para unas personas que, teniendo piso propio y una paga de jubilado, esperaban pasar el resto de sus días de una forma tranquila.Y es que cuando la crisis aprieta, nadie se salva de ella. Ni siquiera los jubilados.
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