Muchos de ustedes ya sabrán que el ex primer ministro británico, el laborista Tony Blair, ha publicado un libro con sus memorias (The Journey, se titulan). Salió a la venta el pasado lunes, 30 de agosto, en Gran Bretaña (hasta el 2011 no llega a España) y, en su primer día, ya se ha convertido en el número uno en ventas.
Poco a poco se van filtrando algunas de las revelaciones que aparecen en el libro. Así, Blair reconoce no lamentar haber entrado en la Guerra de Irak; no escatima críticas a su sucesor Gordon Brown y reconoce haber tenido serios problemas con su adicción al alcohol.
Sin embargo, uno de los capítulos que más ha despertado nuestra curiosidad es el relativo a las experiencias vividas junto a nuestro ex presidente José María Aznar al que considera un negociador extremadamente duro. Para ilustrar estas afirmaciones, pone como ejemplo su primer encuentro, en mayo del año 1997, durante una reunión de primeros ministros europeos en la que se estaban intentando acercar posiciones sobre el Tratado de Ámsterdam. Se lo transcribimos:
“Aznar necesitaba que el tratado de Ámsterdam reflejase "la posición especial de España como recipiente de apoyo europeo y como un país grande junto a otros grandes, no un país pequeño". "Esto era un problema para los otros 'grandes', en especial para los alemanes, dirigidos por Helmut Kohl".
Los holandeses "recurrieron, con apoyo alemán, a la vieja táctica de dejar para el final las demandas españolas", tratando de presionar a España advirtiéndola de que su obstinación ponía en peligro "la estabilidad de Europa". "¿Es que no tenéis sentido de la historia? ¿Queréis ser responsables del fracaso europeo?, etc. Muchas tonterías, pero que han resultado eficaces en numerosas ocasiones", explica el ex líder laborista.
"No así con Aznar", agrega Blair, que recuerda que después de que se le ofreciera "un compromiso, ni bueno ni malo", el entonces presidente español insistió en sus exigencias y se fue a la sala de al lado a fumar un cigarro.
Según la versión de Blair, todos intentaron ablandar al jefe de Gobierno español, cada uno a su manera: el primer ministro holandés, Wim Kok, con suavidad, a la manera de los protestantes de su país, el presidente francés, Jacques Chirac, en plan "mandón, muy a la francesa".
Finalmente, el canciller federal alemán, Helmut Kohl "se levantó de su asiento y se fue con su considerable peso a ver a Aznar". Blair lo compara a una especie de "fuerza inexorable en busca de un erizo". "Regresó todo perplejo. Inexplicablemente, el erizo no se había dejado aplastar", así que Kohl le pidió a Blair que lo intentara a su vez.
"Entré donde estaba sentado José María, solo con su intérprete y su cigarro, al que daba caladas como si no tuviese la mínima preocupación. Prescindimos del intérprete y hablamos francés". Éste le dijo entonces al político conservador español lo importante que era que aceptara el compromiso y lo decepcionado que estarían todos, sobre todo el canciller alemán si no lo hacía.
"Ya lo sé. Estoy tan triste", dijo Aznar "con enorme mueca", y agregó: "¿Puedes llevarle este mensaje? Diles que ya les expliqué cuáles eran las condiciones para que el tratado fuera aceptable para España y las expuse al principio. Hasta ahora no me han vuelto a preguntar. Pero si lo hubiesen hecho, les habría repetido que ésas son las condiciones aceptables para España. Y además, mira, dijo Aznar, sacando algo de su bolsillo, me quedan muchos más cigarros para fumar".
Blair termina su referencia a aquella dura negociación señalando que Aznar logró lo que quería.
¿Se imaginan al Presidente Zapatero manteniendo una postura similar ante Merkel, o Sarkozy? Pues yo no.
No voy a caer en la tentación de pedir que regrese Aznar; su tiempo ya pasó. Lo que si voy a pedir (y a voz en grito; que está muy lejos) es que Zapatero prolongue al máximo su visita a China y Japón (a ser posible durante varios años). Que no se preocupe; que no le echaremos en falta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario