lunes, 31 de diciembre de 2007

EL ARCA DE NOE


Si les gustan los animales voy a proponerles una visita a un sitio que les parecerá paradisíaco. Se llama El Arca de Noé, es una mezcla entre zoo y albergue de animales y se encuentra en la montaña de la provincia de Alicante, entre las poblaciones de Guadalest y Benimantell.
No esperen encontrar una gran extensión tipo Cabárceno o Terra Natura o un sitio coqueto y extremadamente bien cuidado como Faunia, el Loro Parque o los zoos de las grandes ciudades. Aquí todo es reducido y el lujo no existe. Su misión no es exhibir a los animales sino cuidarlos y mostrarnos como los humanos abusamos de ellos y como se puede revertir, o al menos paliar, esta situación.

La primera sorpresa que encontraremos después de bajar las empinadas escaleras (el parque está pegado a la montaña, otra de sus peculiaridades) es una pequeña estancia donde suena la música clásica. Los grandes compositores nos dan la bienvenida mientras nos adentramos por el sinuoso camino. Poco a poco, vamos a ir encontrándonos con leones, panteras, serpientes, tigres, lobos, chimpancés, loros y hasta cerdos y gallinas. O sea, como en todos los zoos del mundo.
¿Y qué es lo que hace al Arca de Noé especial? Pues que todos estos animales no son normales. Todos han sufrido la influencia, la pésima influencia, del hombre. Si ya de por sí resulta cruel sacar a un animal de su hábitat para exponerlo en un zoológico, peor resulta si encima sufre malos tratos, esclavitud y vejaciones.
Nos podremos encontrar con animales explotados en circos que han vivido siempre en jaulas donde apenas se podían mover. Con animales que han sido comprados clandestinamente como juguete para los niños y que al crecer han sido abandonados a su suerte o, todavía peor, encerrados en sótanos sin luz ni aire fresco. Con animales como un pastor alemán al que le pegaron cuatro tiros, quien sabe porque, y ahora no puede mover las patas traseras y allí lo intentan rehabilitar para que algún día pueda volver a correr. Con animales como un buitre al que alimentan con una jeringuilla porque alguien le cortó la lengua.

Pero no. No se crean que van a acudir a un museo del horror. Tras estas sensaciones agrias, que nos hacen pensar en la brutalidad humana, encontraremos el amor, el auténtico amor por los animales. Y es que el director del parque es el auténtico Noé, aunque en esta reencarnación se hace llamar Serafín Doménech.
Salvo que haya tenido que ir a recoger o entregar a alguno de los animales, allí lo encontrarán. Lo verán hablando con los animales, acariciándolos, mimándolos y cuidándolos. Notarán como destila amor por ellos por todos los poros de su cuerpo. Seguro que podrán intercambiar unas palabras con él y les aseguro que les transmitirá esa fuerza que posee. Podrían pensar que cuando les cuente las penurias por las que han pasado algunos de sus inquilinos se podría atisbar algún resto de rencor. Al contrario, su labor es enseñar al que le escucha y demostrar todo lo que se puede querer a estos amigos. Y lo hace muy bien. Saldrán de allí convencidos de que se puede hacer mucho más por los animales.

La entrada cuesta 5 euros, pero tengan la seguridad de que les llega hasta el último céntimo a los animales. Todo el maravilloso grupo de cuidadores no se harán ricos, precisamente, trabajando allí. También hay otra modalidad de ayuda. Se trata de apadrinar a uno de estos animales por cincuenta euros al año.
Algunos de los animales logran curarse y los trasladan a otros zoos o parques más grandes. Otros morirán en este auténtico santuario. Con tranquilidad y dignamente.
Si tienen ocasión no se pierdan esta visita.

- ¿Qué le ha parecido el parque, Don Graciano?
- Precioso, pero todavía tengo los pelos de punta recordando cuando he tocado a esa pitón.
- Pero si, desgraciadamente, no tenía dientes.
- Ya lo sé, ya. Pero todavía me tiemblan las piernas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

estoy totalmente a favor de esta entrada. Yo he tenido el gran placer de visitar en varias ocasiones este lugar y tengo que decir que la labor que hacen alli es maravillosa. Serafín me contó cada una de las historias de los animales y todo el trabajo que hacían para sacarlo adelante. Ahora que no pasan por un buen momento he decidido apadrinar un animal, es un pequeño gesto pero al menos no me quedo con las manos cruzadas