¡La que ha armado Sebastián!. Para motivar a la opinión pública es único. El Ministro de Industria se ha descolgado con unas declaraciones que han provocado una fuerte polémica. Y todo... por recomendar a los consumidores que compren productos españoles.
Lo que ocurre con este señor no deja de asombrarme. Seguramente sea el único ministro del gobierno (o desgobierno) de Zapatero al que se le ocurren ideas novedosas y, sin embargo, también es el que recibe más palos y desde todas partes.
Esperamos que cada vez que abra la boca el ministro Sebastián, vaya a salir por sus labios el decálogo de soluciones infalibles para salir de esta maldita crisis. Y... ni Sebastián ni, por lo visto, nadie está en posesión de ese decálogo.
Esperamos que cada vez que abra la boca el ministro Sebastián, vaya a salir por sus labios el decálogo de soluciones infalibles para salir de esta maldita crisis. Y... ni Sebastián ni, por lo visto, nadie está en posesión de ese decálogo.
De acuerdo que lo de regalar dos bombillas de bajo consumo por familia no deja de ser una costosísima tontería, si, pero de alguna forma se tiene que poner en conocimiento de la población las ventajas de este tipo de bombillas, e incluso, en algunos casos, la existencia de las mismas. ¿No se creen que haya gente que desconoce que existen estas bombillas? Pregunten, pregunten.
Y también estaremos de acuerdo en que su famoso Plan VIVE para aumentar las ventas del sector del automóvil es, con toda seguridad, uno de los fracasos más estrepitosos de la industria española: ha acabado de hundir al sector.
La última ocurrencia del ministro ha sido la de recomendar la compra de productos “Made in Spain”. Sebastián calcula –con números poco fiables- que si cada familia española sustituyera la compra de 150 euros anuales en productos importados por otros de fabricación española, se podría conseguir que no desaparecieran 120.000 empleos en nuestro país.
Como ejemplo, puso la compra de un abrigo, de algunos juguetes o de esquiar en Sierra Nevada en lugar de acudir a Suiza (como si los españoles tuviésemos la posibilidad de acudir todos los años al país helvético).
Las reacciones no se han hecho esperar. Desde los medios de comunicación hasta los grupos de la oposición, pasando por el Círculo de Empresarios... todos han criticado su trasnochado proteccionismo. Y yo me pregunto, ¿qué hay de malo en recomendar los productos españoles?
Indudablemente, los consumidores no somos tontos y si un producto importado tiene menor precio y una calidad similar o incluso superior a uno español, compraremos el artículo foráneo.
Sin embargo, en muchas ocasiones, las compras son impulsivas y poca gente se para a comprobar la procedencia de una determinada mercancía. La costumbre nos lleva a comprar determinada marca que, o bien es la que hemos comprado toda la vida o bien es la que nos inducen a comprar con una publicidad machacona. Pocos llegan a ver esa marca, medio escondida en el estante inferior, desconocida para muchos por sus escasas o nulas campañas publicitarias y que, curiosamente, está fabricada en el pueblo de al lado al nuestro. Si el precio nos conviene y la calidad es la idónea, no tengo ninguna duda que, a partir de entonces, compraremos siempre esa segunda marca.
Aunque el señor Sebastián ha expresado muy mal su idea (lo que ha provocado que todos le puedan tachar de proteccionista), no creo que sea tan mala como parece. Aparte de que se puedan salvar más o menos empleos, el comprar productos fabricados cerca del domicilio del consumidor final conlleva ahorros energéticos importantes y, en consecuencia, menores emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.
Tampoco es desdeñable el refuerzo del sentimiento de pertenencia a un colectivo (en este caso nación) y la creencia de formar parte de un “equipo” en el que todos nos apoyamos e intentamos salir cuanto antes de esta difícil situación. Dejar a un lado el “sálvese quien pueda” y ayudar al vecino para que luego él nos pueda ayudar a nosotros.
Tampoco es desdeñable el refuerzo del sentimiento de pertenencia a un colectivo (en este caso nación) y la creencia de formar parte de un “equipo” en el que todos nos apoyamos e intentamos salir cuanto antes de esta difícil situación. Dejar a un lado el “sálvese quien pueda” y ayudar al vecino para que luego él nos pueda ayudar a nosotros.
No estoy en contra del comercio mundial y aborrezco el proteccionismo y la política de mirarse el ombligo. También estoy convencido que destinar 150 euros a comprar productos hispanos no nos va a salvar de la crisis, pero el fijarnos un poco más a la hora de comprar puede traernos muchos beneficios. Y no sólo económicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario