Aunque el título del post pudiera sugerir que iba a hablarles de algún virtuoso del balón, de esos que juegan en los grandes equipos de las ligas europeas y que cobran más en un mes que usted o yo juntos durante todas nuestras vidas, el tema que hoy les quiero contar trata sobre la solidaridad y en cómo cualquiera de nosotros podemos aportar nuestro granito de arena para que el mundo pueda ser un poco más feliz.
El personaje en cuestión es el estadounidense Trevor Slavick y no, efectivamente, no juega en ningún equipo de relumbrón. Este hombre estudió en su día para ser periodista (cosa que consiguió), pero más tarde sucumbió a su verdadera pasión, pilotar aviones y se sacó el título de piloto.
Entre viaje y viaje por América Latina, consiguió, además, satisfacer sus otras dos pasiones (aparte de la de periodista y piloto): los niños y el fútbol.
Trevor lo cuenta así: “Un día llevaba un balón de fútbol conmigo y me encontré con dos niños que estaban limpiando zapatos en el aeropuerto de San Pedro Sula, en Honduras. Sin apenas pensarlo, les di la pelota. Era el verano de 1999”.
El piloto siempre llevaba un balón consigo que regalaba a los niños necesitados en cada vuelo que realizaba. Pronto corrió la voz y un amigo de colegio, también periodista, le pidió algunos balones para que los soldados norteamericanos que partían hacia Irak se los dieran a los niños de la guerra. Más tarde, orfanatos de Malawi, Perú, India, etc, se pusieron en contacto con él porque querían balones para sus pequeños. ”No tenía balones para todos, así que me puse en contacto con distintas compañías y me echaron una mano”.
“Di un paso más y creé Little Feet, un proyecto para que cualquier niño del mundo pudiera tener un balón de fútbol”. Desde entonces, más de 70.000 balones han salido de sus manos “Pienso que es increíble que algo tan simple como un balón de fútbol pueda llevar la felicidad a tanta gente. No te puedes imaginar lo que es sacar 50 balones y que todos los niños de una aldea perdida en la selva corran hacia ti, sonrientes, alegres, con sus pequeños brazos abiertos. No hay nada más gratificante que echar un partido con ellos”.
“El fútbol rompe las barreras entre los ricos y los pobres. Da igual en qué país hayas nacido, de qué tribu vengas o lo que sean tus padres: detrás de un balón todos somos iguales”.
En fin, poco más se puede añadir a las declaraciones de Trevor Slavick. Nuestros políticos diseñan majestuosos planes para acabar con la pobreza en el mundo. Planes que difícilmente llegan hasta los más necesitados. Pequeñas acciones como la de hoy son, la mayoría de las veces, mucho más efectivas. Que cunda el ejemplo.
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