El famoso director de cine Steven Spielberg, ganador de dos Oscar por las películas “Salvar al soldado Ryan” y “La lista de Schindler”, se comprometió en abril de 2006 con el Comité Organizador de los Juegos de Pekín para diseñar las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos que se celebrarán este verano en la capital china.
La noticia saltó ayer a los medios informativos: Spielberg ha renunciado a su cargo de consejero artístico de los Juegos por discrepancias con el gobierno chino y su política en la región sudanesa de Darfur. Según el director “ahora no puedo ocuparme de las ceremonias olímpicas sino en trabajar para poner fin a los indescriptibles crímenes contra la humanidad que están ocurriendo en Darfur”.
La noticia saltó ayer a los medios informativos: Spielberg ha renunciado a su cargo de consejero artístico de los Juegos por discrepancias con el gobierno chino y su política en la región sudanesa de Darfur. Según el director “ahora no puedo ocuparme de las ceremonias olímpicas sino en trabajar para poner fin a los indescriptibles crímenes contra la humanidad que están ocurriendo en Darfur”.
Ya sabíamos desde hace tiempo la preocupación del cineasta, y de otras estrellas de Hollywood, por el drama humanitario que vive la región desde que en 2003 rebeldes opositores al gobierno islámico de Jartum se rebelaron en esta región meridional sudanesa. Desde entonces 200.000 personas han muerto y más de dos millones y medio han tenido que abandonar sus hogares. Spielberg responsabiliza al gobierno chino de apoyar a las autoridades de Jartum, uno de sus mejores socios comerciales (les compran petróleo, les venden armas), y de no hacer más para poner fin al sufrimiento de tanta gente.
Ya era hora de que alguna persona relevante le plantara cara a los dictadores chinos. En este caso es para recriminar la política exterior del gigante asiático pero se podrían encontrar miles de razones para protestar en su contra: dictadura opresora, censura de los medios de comunicación (entre ellos Internet), semiesclavitud de sus trabajadores, millones de prohibiciones de todo tipo (hoy han prohibido las películas de misterio y terror ¿?), apoyos a otras dictaduras, represión de las libertades de sus ciudadanos... todo un abanico de “buenas costumbres”.
Ya era hora de que alguna persona relevante le plantara cara a los dictadores chinos. En este caso es para recriminar la política exterior del gigante asiático pero se podrían encontrar miles de razones para protestar en su contra: dictadura opresora, censura de los medios de comunicación (entre ellos Internet), semiesclavitud de sus trabajadores, millones de prohibiciones de todo tipo (hoy han prohibido las películas de misterio y terror ¿?), apoyos a otras dictaduras, represión de las libertades de sus ciudadanos... todo un abanico de “buenas costumbres”.
No propongo boicotear los Juegos Olímpicos. Bastante daño se hizo ya al deporte en los años ochenta con el boicot a los Juegos de Moscú y Los Ángeles como para volver a empezar con la dichosa costumbre. Los Juegos Olímpicos son un reflejo del esfuerzo personal y colectivo, del compañerismo, del espíritu de superación del ser humano y de la amistad. El deporte tiene que estar separado de la política. Siempre.
Ahora bien, otra cosa son las ceremonias de apertura y clausura, las recepciones y las diversas fiestas que organizarán las autoridades chinas para su mayor gloria. Ahí es donde me gustaría que ni un solo de los políticos del resto del mundo, de los artistas, de los dirigentes deportivos o del resto de las celebridades que suelen ir a estos “saraos”, acudiese. Esa sería una bonita forma de protestar contra los dictadores chinos. El pueblo tendría el espectáculo de los Juegos. Los mandatarios el fracaso de los actos paralelos que sólo sirven para que puedan alardear de sus “logros”.
Spielberg ha demostrado que no se ha hecho célebre por casualidad. Muero de ganas por saber quien será el próximo que seguirá sus pasos.
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